«Pepino vio al que había sido uno de sus mejores amigos parado en la puerta de una verdulería. Tenía una naranja en la mano, la tiraba al aire y la atajaba una y otra vez como si en eso se le fuera la vida. Un nene de ocho años atendía a una clienta. Por un segundo Pepino pensó que el nene era su amigo y el adulto el padre. De inmediato entendió que era su amigo el que se había convertido en padre, y que hacia atrás y hacia adelante todos eran y serían iguales». (La Maldición de Jacinta Pichimahuida)
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