Está mal que empiece un post hablando de mí mismo pero tengo que referirme a ello para explicar lo que viene a continuación. La semana pasada estuve en Florida, en un sitio pegajoso tocando a Tampa llamado St. Petersburg. No fui por vacaciones (soy más de frío) sino para una misión concreta: entrevistar a Dennis Lehane.
Lehane publica nuevo libro, La última causa perdida, en la que retoma a sus hijos literarios, dos detectives con poca paciencia y mal carácter. Los amantes del séptimo arte recordarán a la pareja, Gennaro y Kenzie, por aquella -estupenda- película llamada Adiós, pequeña, adiós, con la que Ben Affleck cerró muchas bocas (por no decir todas) demostrando que podía ser un director de cine. Uno de verdad. La película adaptaba a su vez otro libro de Lehane llamado (en España) Desapareció una noche, que fue publicado por RBA (como todos los demás).
Al grano que sino hay quejas.
Lehane, un señor de Boston, es un mito en el universo televisivo por su participación en The wire. De la serie no hay mucho que decir a estas alturas: probablemente la serie más discutida, alabada y revisionada de todos los tiempos; deliciosa de principio a fin, compleja, articulada, interpretada a coro sin ser coral y profundamente individual sin ser individualista. Un trabajo en equipo en el que cada uno se movió por su cuenta para acabar alcanzando el éxtasis por la mera fusión de reparto, guión y dirección. Un imposible disfrazado de sencillo.
Algo que nunca se había visto antes y que -difícilmente- se verá después (sí, The corner era excelente pero no es The wire; sí, Homicide era maravillosa pero no es The wire; Sí, Treme es fabulosa pero no es The wire). Tiempos diferentes, necesidades diferentes, ejecuciones diferentes.
Dicho esto y una vez en el terreno y con una copa de vino blanco en la mano era imposible no interrogar a Lehane sobre la serie en cuestión ya que él la vivió desde las tripas. Aclarar que el bostoniano escribió tres capítulos, uno de la tercera temporada, otro de la cuarta y otro de la quinta.
Os lo dejo en sus palabras:
«The wire… oh tío, esa serie me perseguirá mientras viva. La verdad es que no sé, cuando entré allí la serie, en la tercera temporada, no era ni fu-ni fa. Nadie la miraba y la presión era cero, la única presión que existía es la que nos metíamos nosotros mismos. Es más, antes de que se empezara a emitir la cuarta temporada (que como sabrás es la mejor de todas), David [Simon, creador de la serie] recibió una llamada de arriba diciéndole que si las críticas no eran la hostia que se olvidara de seguir con ello. Estábamos colgando de un hilo y si bien es cierto que algunos como Bill Keller [editor del New York Times] y algunos otros nos apoyaron la verdad es que no teníamos demasiadas esperanzas de seguir en antena. Ni siquiera sé como llegamos a la cuarta temporada. Lo demás se me escapa: fue un milagro. Cuando emitimos el primer capítulo de la cuarta nos cayó una marea de elogios, desde arriba nos dieron luz verde y allí empezó una nueva serie.
La gente no me cree pero The wire no empezó a ser The wire hasta ese momento. ¿Qué aprendí con The wire? La verdad fundamental de este negocio: puedes preocuparte de escribir o puedes preocuparte de ti y de tu ego. En aquella sala, con [George] Pelecanos, Richard [Price], Ed [Burns] y David [Simon] no había sitio para tonterías, podías meterte tu ego donde te cupiera porque aquellos tipos iban a machacártelo sin miramientos. Te lo digo: la sala de escritura de The wire era la guerra. Una guerra continua por mejorar, donde se peleaba a muerte por cada puto párrafo de cada guión. David no está para bromas y es uno de los tipos más focalizados que he visto en mi vida, cada palabra era importante y no podías juguetear ni hacer el tonto entre esas cuatro paredes. ¿Sabes de qué me acuerdo? De la primera vez que entré ahí y durante un par de días no logré entender de qué coño estaban hablando [Risas]. Así era The wire: indescifrable.
Creo que la serie tenía muy claro desde el inicio que su arco argumental abarcaba cinco temporadas. Se pensó así desde el inicio y tuvimos la inmensa fortuna de poder llevarlo a cabo. Ninguna serie debería durar más de cinco temporadas, después de eso pierden fuelle o se convierten en tonterías. Ejemplos los hay a millones. ¿Qué por qué The wire es tan especial? No lo sé tío, yo solo trabajé allí [Risas]».