«Así soy, frívolo y sensible, capaz de impulsos violentos y absorbentes, malos y buenos, nobles y viles, pero nunca de un sentimiento que subsista, nunca de una emoción que perdure, y se consubstancie con el alma. Todo en mí es esta tendencia a ser de inmediato otra cosa; una impaciencia del alma ante sí misma, como ante un niño cargoso; un desasosiego siempre creciente y siempre igual. Todo me interesa y nada me atrapa. Presto atención a todo, soñando siempre; fijo los mínimos gestos faciales de aquel con quien hablo; recopilo las entonaciones exactas de cada cosa que expresamente dice; pero al oírlo, no lo escucho, estoy pensando en otra cosa, y lo que menos aprehendí de la charla fue la noción de lo que en ella se dijo, tanto por mi parte como por parte de aquel con quien hablé. De modo que muchas veces le repito a alguien lo que ya le repetí, le pregunto de nuevo lo que ya me respondió; pero puedo describir, en cuatro palabras fotográficas, la tensión muscular con que dijo lo que no me acuerdo, o la inclinación de sus ojos al oír con la que recibió el relato de lo que yo no recordaba haberle dicho ya. Soy dos, y entre ambos la distancia-¡hermanos siameses que no están pegados!» (Fernando Pessoa)
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