El subtítulo de «Manual Chiche» es «llegó la hora de explicarlo TODO» y el de «Freakonomics» es «un economista políticamente incorrecto explora el lado oculto de lo que nos afecta». Son dos libros que intentan entender la conducta de los seres humanos, como individuos y como sociedad (argentina, o mejor porteña, para Gelblung y norteamericana, o mejor de Chicago, para Levitt-Dubner).
Desde lo formal, los dos libros fueron publicados por la misma editorial más o menos al mismo tiempo, tienen la misma cantidad páginas y ambos se leen en un día o dos. «Freakonomics» es un best-seller en todo el mundo, mientras que «Manual Chiche» estuvo fugazmente en el top ten argentino. El libro de Chiche está pésimamente editado (detalles más adelante), mientras que el otro es impecable a nivel edición. «Freakonomics» fue escrito a cuatro manos (el economista Steven D. Levitt y el periodista de The New York Times y New Yorker Stephen J. Dubner), mientras que, en «Manual Chiche», Samuel «Chiche» Gelblung aparece como autor y, en letras pequeñas, al pie de la tapa, dice «Con la colaboración de Fernanda Kersman».
EL GELBLUNG MEDIÁTICO
En su pretensión de «explicarlo TODO», por las páginas de «Manual Chiche» pasan temas tan diferentes (¿e incompatibles?) como «la lucha contra el boludo», la infidelidad, como conseguir trabajo, técnicas de levante, los services de electrodomésticos, la clase política argentina o las dietas. ¿Quién es el lector interesado en temas tan diversos? Sólo puedo pensar en el fan de Gelblung.
El libro está repleto de errores ortográficos (el peor: «si uno quiere marcar una visagra en su vida, tiene que leer»), nombres incorrectos (Falberman por Mauricio Farberman), arbitrariedades («las mujeres son roñosas de los pies a la cabeza») y contradicciones (las gorditas deben/no deben usar pantalones de tiro bajo). Todas las páginas del libro tienen al menos una palabra entrecomillada.
Como el mismo Gelblung cuenta en el libro, con su llegada a Ámbito Financiero nació un nuevo Chiche: de periodista anónimo comenzó una escalada que terminaría con el Chiche mediático y que firma autógrafos. Entre esas notas del diario económico y las páginas de este manual se ve un cambio equivalente. En Ámbito escribía textos periodísticos y ahora escribe textos entretenidos. En Ámbito sus afirmaciones estaban respaldadas por fuentes e investigación, ahora valen porque las dice Chiche.
Eso no es mejor ni peor, pero no es un libro periodístico, sino más bien una cruza de monólogo de stand up comedian con ensayo, un híbrido entre Seinfeld y Ezequiel Martínez Estrada. A «Manual Chiche» el formato de blog le sienta mejor que el de libro. De hecho, muchos de estos textos también aparecieron en su fenecido y aparentemente resucitado weblog.
Una década le llevó a Gelblung que sus pares dejaran de atacarlo. Hace apenas un par de años comenzó a recibir premios y recién ahora muchos colegas admiten públicamente su influencia. Entonces, de puro contrera, saca este libro «de autor» y en tv deviene conductor de un programa digno de Utilísima. Su historia es parecida a la de Olmedo que, cuando por fin logró que la prensa lo reconociera como un cómico brillante, quiso hacer películas dramáticas.
HASTA LO IRRACIONAL ES RACIONAL
«Manual Chiche» puede dividir al mundo entre los que comen medialunas de grasa y los que comen medialunas de manteca. «Freakonomics» los separará entre los que se roban rosquillas y los que no lo hacen. El origen de la teoría de Chiche es una afirmación de Antonio Carrizo. El origen de la explicación de Levitt es un paper universitario propio en el que estudió como reacciona la gente ante una bandeja con rosquillas a la venta pero sin nadie que las vigile.
En un Estados Unidos cada vez más religioso, se da la paradoja de una ola de productos culturales masivos que apelan a la razón como eje central. Las series CSI, Dr. House o Numb3rs son ejemplos existosos de este modelo. Y Freakonomics sigue esta doctrina. Que además es el emergente mainstream de la nueva camada de economistas, más interesada en resolver con ecuaciones los misterios de la vida cotidiana que en zambullirse en la macroeconomía. Uno de los pioneros de esta línea es el Premio Nobel Gary Becker, de quien Levitt es discípulo y a quien Chiche admira y entrevistó.
No hay temas pequeños para «Freakonomics»: la corrupción de los luchadores de sumo, cómo y en qué mienten los usuarios de los sitios web de encuentros o cómo se inventó el mal aliento son temas atendibles para «Freakonomics»… siempre y cuando haya una estrategia econométrica que permita explicarlos.
A veces Chiche (al mejor estilo de sus viejas notas para Ámbito) también pela la calculadora, como cuando analiza cuánto cuesta mantener a un hijo desde los 0 a los 25 años. Y Levitt-Dubner tienen preocupaciones gelblunguianas, como demostrar que, estadísticamente, es más peligroso para los chicos tener una pileta de natación que un arma de fuego en la casa.
Si hay un pecado en Freakonomics es el localismo. Varios temas piden un mayor contexto y otros son casi prescindibles fuera de EE.UU., como la influencia del nombre en el futuro de una persona.
El capítulo más poderoso es el que estudia los motivos que provocaron la caída de la criminalidad en los Estados Unidos. Con datos sólidos, introducen al aborto (potenciales futuros criminales no nacidos) como una de las causas del descenso del crimen. Una reivindicación que difícilmente Blumberg enarbole alguna vez entre sus medidas contra la inseguridad. Tampoco los autores: oportunamente adviertieron que sus hallazgos
no debían ser malinterpretados, ya fuese como una aprobación del aborto o como una llamada a la intervención del Estado en las decisiones de la fertilidad de la mujer
De nada sirvió abrir el paraguas. Como dice una nota de The New York Times Magazine:
La sola mención del tema conseguía ofender prácticamente a todo el mundo. A los conservadores los enfurecía que pudiera considerarse el aborto como una herramienta en la lucha contra el crimen. A los liberales los horrorizaba que esas mujeres negras y pobres se viesen señaladas con el dedo.
Ante el fuego cruzado, los autores fugan hacia arriba: «si la moral representa un mundo ideal, la economía representa el mundo real», argumentan.
En la parte final «Manual Chiche» y «Freakonomics» dejan sentado lo que querían despertar en el lector. «Pensar» y «sonreír», dice Gelblung. «Formularse un montón de preguntas», dicen Levitt/Dubner. Cada uno cumple con los objetivos de los dos libros.