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Los milagros del Fotoyop

A diferencia de la jerga de la psicología, que se escucha no solo en las confesiones de café sino hasta en los diálogos de los infantes porteños, el lenguaje tecnológico nunca logró colarse en el habla popular.

«Inconsciente», «acto fallido», «reprimirse» están en boca de cualquiera: basta con ver un debate de «Gran Hermano». No pasa lo mismo con «backup», «loguearse» o «bug». Nadie dice «Arturo, creo que es hora de que reseteemos nuestra relación». Ni «Ana María, usted hackeó mi corazón». Admitámoslo, el lenguaje geek es un fracaso.

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Sin embargo, una palabra de esta tribu ha cuajado entre los términos que usa sin pruritos gente que hasta no sabe prender una computadora: photoshop.

Es probable que Tortonese, Pablo Granados o su audiencia no sepan qué es un layer ni conozcan a la compañía Adobe (aunque Gerardo Sofovich se jacta de manejar el programa a la perfección). Lo que sí saben todos es que obra milagros con las famosas de las revistas borrando sus arrugas o limpiando su celulitis.

Aunque su aterrizaje en la cultura pop es mundial, en Argentina el Photosop se blanqueó con una columna de Fernanda Iglesias para Clarín de hace cinco años, «La máquina de embellecer divas». Allí decía:

¿La vieron a Cecilia Roth en la última edición de Caras? Parece que tuviera 20 años… Está divina, con el cutis liso, sin una sola arruga. Natalia Oreiro es otra con problemas. No tiene arrugas (todavía, tiene sólo 25 años), pero tiene muchos granitos. Siempre hay que pasarle la aspiradora para borrárselos. Ella, como todas, se engolosinó con el método y pide que, además, le refuercen el color de sus ojos: los quiere bien verdes.

El problema es que solo quienes trabajan en esas revistas pueden regodearse comparando el original con el resultado post-Photoshop, por lo que es difícil valorar cabalmente el trabajo de estos artesanos digitales. A veces se cuela alguna foto, como la ya conocida de Araceli González, antes y después del Photoshop.

Por eso, para ellas, que envidian a las diosas porque encima las mejoran y para ellos, que les importa un bledo que la foto esté retocada, un ejemplo práctico con todo el proceso de «embellecimiento» del Photoshop, un software que ya se transformó en un fenómeno cultural: