(Séptima entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 133 de Periodismo.com de agosto de 2009)
En los comienzos de la web los sistemas para medir audiencias eran bastante rudimentarios. Y aunque todavía no hay acuerdo a la hora de contabilizar visitantes únicos, algunos sistemas como tr.im ya son capaces de formular gráficos a medida que los usuarios hacen click en los enlaces. Twitter y Google consignan en tiempo real las tendencias de búsqueda. En Internet ya estamos en la era del rating "segundo a segundo", donde se puede radiografiar al público por las historias que consulta, de dónde viene, el tiempo que pasa leyendo, el soporte desde el que accede y otros indicadores que, cruzados, pueden ser muy poderosos.
Si a esto le sumamos los "mapas de calor", que detectan las zonas de la página en la que los usuarios fijan su atención y la facilidad con la que los lectores se comunican con el medio, vía comentarios o emails, tendremos un panorama bastante completo de qué es "lo que quiere la gente". La síntesis de estas preferencias se listan en muchos diarios online bajo el título de "las noticias más vistas del día".
Estas noticias rara vez pertenecen a las llamadas "duras". Son más bien deportivas, insólitas o relacionadas con temas sexuales. Ese listado no es tanto construido por el flujo habitual de lectores, sino por los que llegan desde los buscadores, las redes sociales o los blogs que recomiendan un enlace y agregan público extraordinario al medio.
Esta ecuación alcanza para que el mediopelo digital decrete que la agenda informativa debería basarse en este contenido y descartar las informaciones menos gancheras, como las de política, negocios o internacionales. O, si no queda más remedio que cubrirlas, elegir las más livianas, sensacionalistas o descontextualizadas de cada temática. Es la lógica de la tv, trasladada a Internet, una zoncera que cada vez gana más adeptos.
El reciente caso de la difusión de fotos del primer ministro italiano Silvio Berlusconi rodeado de chicas en su mansión en la isla de Cerdeña por parte del diario "El País" de Madrid es un buen ejemplo. Con esta exclusiva, con claro ADN voyeurístico, El País logró ganarle en visitas a su competidor directo, El Mundo. El éxito le duró dos o tres días. Pasado el impacto, volvió a sus niveles habituales de tráfico. Si este caso no hubiera tenido un costado periodístico defendible, el balance sería negativo, y es la mejor demostración de que el sexo no vende, no gana nuevos lectores y repele a los anunciantes.
Porque con contenido demagógico, títulos tramposos o enigmáticos y temas controvertidos a la fuerza los forasteros no están destinados a volver y porque el medio traiciona a sus lectores de siempre. Internet no es la tv, donde hay 5 o 100 canales que se disputan entre sí la audiencia, sino que la pelea está entre millones de competidores. Y no necesariamente los sitios con más "rating" serán los que más facturen o los que sobrevivan en el tiempo
Quienes logren mantener a su público sin traicionarse, ofreciéndole un contenido único o un modo distinto de interpretar el contenido que está en todos lados, crecerán más lento, pero pisarán sobre seguro.
Diego Rottman