¿Cuántos años más les quedará de trabajo a los repartidores de guías que volvemos a ver estos días por la ciudad?
Esos ladrillos con los que nos azuzan cada año serán, cada vez más, de menos utilidad para más gente. Yo ya no recuerdo cuál fue la última edición que saqué del envoltorio. Y no soy el único.
Es que no tiene demasiada lógica ocupar espacio con un catálogo de cientos y cientos de teléfonos, cuando durante el año necesitaremos apenas una decena, encontrables con algunos clicks en la web. Y, a la inversa, tampoco es útil almacenar en nuestros hogares unos pocos plomeros de las páginas amarillas, cuando en la web podemos encontrarlos a todos.
Es cierto, Internet no es todavía un medio masivo. Pero no para de crecer. Y hay que reconocer que pocos plomeros tienen sitio web. Pero cada vez hay más. Por eso digo que está en vías de extinción.
Pero el principal defecto de la guía es que no cumple con su cometido: ser una recopilación de todos los teléfonos. En un tiempo en el que los llamados, más que a los hogares, se hacen a las personas, la guía telefónica no lista los abonados de celulares. En un parque de casi 40 millones de aparatos, 30.287.000 unidades pertenecen a la telefonía móvil y apenas 9.026.300, a la fija (la que sí aparece en la guía). O sea que la suma de todas las guías argentinas contiene apenas un 25% de todos los números de teléfono y ninguno de los que más se necesitan. Es como un diccionario al que le faltaran los significados de ¡veinte letras!