Hoy Clarín se hace eco de una campaña publicitaria de las tiendas chilenas «Ripley» donde cuerpos encapuchados y atados servirían para vender jeans:
Los avisos fueron retirados o modificados, aunque la agencia insiste en que ve más una semejanza con De la Guarda que con la tortura. Lo que se puede intuir es que en McCann-Erickson (Clarín, lo escribiste mal) quisieron ser transgresores pero no pagar el costo que la transgresión implica.
Primero fue el rock, después el sexo y ahora las drogas: todos esos tabúes fueron cayendo en los medios. Si con CSI estamos acostumbrándonos a ver cadáveres (aunque Anthony Zuiker remarque que muestran los cuerpos menos directamente que en las primeras temporadas), la misión de 24 es naturalizar la tortura.
Y no hablamos de sutilezas como la campaña de Ripley, donde lo que se privilegia es el golpe de efecto estúpido. En 24 Jack Bauer tortura y es torturado. Sobre todo a partir de la cuarta temporada, a veces a la persona equivocada, muchas veces usando métodos non sanctos (por ejemplo, improvisando una picana con un velador), siempre clandestinamente y tratando de evitar los obstáculos de los garantistas de «Amnesty Global» (el Amnesty International de este mundo de ficción).
Lejos de apartarse piadosamente, la cámara se regodea con el armado de los instrumentos de tortura (nos enteramos de las últimas novedades en la materia) y con la carne vejada, mientras se nos explica que «no hay otra alternativa: el enemigo debe sufrir para que se salven miles».
Y lo más perturbador no es que
1) Jack Bauer es el héroe, no el villano de la serie
2) Nunca es castigado por sus acciones.
sino que
3) ¡Nos encanta 24!
¿Qué dicen los responsables de la serie? Kiefer Sutherland se lava las manos:
Yo no escribo los guiones. Creo que encontramos una buena forma de que todos podamos trabajar. Los guionistas trabajan en el segundo piso, nosotros rodamos en el primero. Ellos nos dejan hacer el programa y nosotros no molestamos cuando ellos escriben. 24 no es un documental. Usamos recursos específicos para crear una ficción, y sería una tontería que se confundiera eso con lo que pasa en la vida real. Si alguien cree que pensamos que lo que le pasó a una persona (en el programa) está bien, se equivoca.
Declaraciones raras para alguien que figura en los créditos como productor ejecutivo.
Joel Surnow, co creador de la serie con Robert Cochran, se jacta en unas viejas declaraciones de tener escritores de ambos lados del espectro político pero nadie «de ultra izquierda, seguidor de Michael Moore» y asegura que no buscan orientar ideológicamente al espectador, aunque se impusieron la misión de no ser políticamente correctos. Contradice abiertamente a Sutherland cuando proclama:
Tenemos que lidiar con el mundo que nos toca vivir [..] No se sentiría realista si hiciéramos las cosas de otra manera.
Pero tampoco aquí Surnow cuenta toda la verdad. La periodista Debra Watson revela que en noviembre de 2001 y raíz del 11-S, el consejero político de Bush Karl Rove se reunió con las cabezas de la industria cinematográfica y televisiva de Hollywood para pedirles ayuda (ideológica, se entiende) en la llamada «guerra contra el terror». ¿Qué programa eligió Rupert Murdoch, capo de Fox, para tan loable misión? Adivinaron.