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Imagina

Verificó con su secretaria la agenda: tenía 20 minutos hasta la próxima reunión. Apagó el celular. Abrió la caja fuerte y sacó el paquete. No lo abrió hasta que la puerta de su baño privado estuvo cerrada con llave. Contempló el objeto que tenía entre sus manos y antes de acercarlo a su cabeza se miró a los ojos en el espejo. Todos los días se miraba al espejo, pero se dio cuenta de que nunca le prestaba atención a sus ojos. Sí a su pelo, a su barba o a sus dientes, una mirada práctica, para guiar al peine, a la afeitadora o al cepillo.

Mientras se reconocía en sus ojeras volvió a preguntarse por qué los músicos de rock que ya orillaban la tercera edad, con su vida de drogas, giras y sexo indiscriminado se veían tan jóvenes y él, con su disciplina, su monogamia, su dieta y sus costumbres de bebedor social se veía tan arruinado.

Escuchó el teléfono de su despacho pero no le importó. Entre sus ojos y el espejo ahora había unos lentes. Pero no eran de él. O sí. Fueron de John Lennon, pero ya le pertenecían. Ahora su cara, su cara y la de nadie más, tenía algo de la de Lennon. Y todo por dos millones de dólares. «¿Quién no lo pagaría si tuviera el dinero?», se convenció. Esbozó media sonrisa y cantó como susurrando

Instant Karma’s gonna get you
Gonna look you right in the face
Better get yourself together darlin’
Join the human race
How in the world you gonna see
Laughin’ at fools like me
Who in the hell d’you think you are
A super star
Well, right you are

Le alcanzó. Salió del baño. Guardó los anteojos en su estuche, el estuche en la caja y la caja en la caja fuerte. Volvió a prender el celular. Esperaba un llamado muy importante.

Link: Subastan en internet los lentes de John Lennon