(Quinta entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 131 de Periodismo.com de junio de 2009)
Mayo empezó con Rupert Murdoch anunciando que su empresa News Corp. estudiaría modos de arancelar sus contenidos online. Y terminó con una reunión secreta donde representantes de los principales conglomerados de medios discutieron cómo empezar a cobrar por el material que vienen ofreciendo gratis en la web desde hace ya una década y media.
El debate de "Free vs. fee" (gratis vs. pago), acerca de si cobrar o no por las versiones electrónicas de los periódicos, vuelve cíclicamente desde que, en los comienzos de la web, los diarios replicaban parte de sus ediciones de papel sin cobrar. Volvió con el cambio de siglo, con la hinchazón de la burbuja de las puntocom. Y ahora, en plena crisis global, con los ingresos publicitarios en descenso, retorna con más o menos los mismos argumentos desde los dos bandos.
Es cierto que Internet no es lo que era hace diez o quince años. Esto vale tanto para los usuarios -más duchos a la hora de conseguir contenido sin pagar-, como para los medios -con menos periodistas y a la vez más contenido producido especialmente para sus ediciones digitales-. Los lectores quieren más y mejor contenido (gratuito) y los medios necesitan más ingresos para poder diferenciarse entre sí.
Pero ninguna empresa regala algo por lo que puede cobrar. Si el modelo de suscripciones fuera más viable que el de vender publicidad, ya todos los diarios habrían arancelado sus ofertas de contenido. Pero diarios generalistas como The New York Times y El País, de Madrid, hicieron el experimento y tuvieron que volver a regalar sus producciones.
Los defensores del modelo cerrado citan los ejemplos exitosos de The Wall Street Journal y Consumer Reports. Pero no es lo mismo este contenido único, exclusivo y de referencia que el que es capaz de ofrecer un diario generalista. Nadie va a pagar por contenido que puede obtener gratis en otro lugar…
¿Por qué contenido sí pagarían los lectores? La historia de la web demuestra que los usuarios solo pagan por algo que les permita recuperar lo que invierten (información financiera, capacitación) o por privacidad (pornografía). Desafortunadamente para los diarios, las últimas medidas gubernamentales o los resultados del partido de fútbol no entran dentro de estas dos categorías.
Este falso debate, sin una resolución a la vista, debería cambiar de ángulo y partir de la base de que el contenido de los diarios impresos también es gratuito. En realidad lo que se paga con el precio de tapa es el costo del papel, la impresión y la distribución. El resto de la operatoria se financia con publicidad. Al igual que en el soporte digital, donde el precio de "la distribución" lo cobra quien brinda el acceso a Internet.
Entonces, si el contenido es incobrable, ¿dónde deberían mirar los medios para financiar su producción? A sus lectores, agrupados bajo la personalidad fuerte de esos centenarios emisores de mensajes que son los diarios, y empezar a contactarlos entre sí, como lo hacen Facebook y otras redes sociales, pero con una mejor segmentación. Lo que fueron los avisos clasificados para los diarios impresos (mezcla de publicidad y servicio) debería ser la comunidad para los nuevos medios: un espacio para contactarse con pares y referentes para obtener beneficios por los que estarían dispuestos a pagar. Al margen de las noticias, pero a partir de ellas.
Diego Rottman