Pablo Capanna augura en el recomendable perfil de J. G. Ballard que escribió para Ñ de esta semana que cuando los medios se harten de «dantesco» y «kafkiano», van a apropiarse de «ballardiano» como sinónimo, palabra que ya existe en el diccionario Collins.
Es así, las palabras se gastan rápido en los medios. Y ni que hablar si sirven para definir cosas magnificadas. La inflación del lenguaje se devalúa con la repetición. Muy, que significa mucho, hoy parece poco. Anteponerle «re» a una palabra ya no nos permite el énfasis de antes por la fuerza de la costumbre, ya todo es re. Para acentuar al deteriorado «super» hay que repetirlo muchas veces. Miren este ejemplo:
[MEDIA=24]
A super le sucede híper: hoy un supermercado parece estar más cerca de un almacén que del rotundo hipermercado.
Mega todavía no se gastó. Hasta que eso pase, los megaemprendimientos seguirán infundiendo respeto: emprender cualquier cosa ya es un esfuerzo, megaemprender suena como para unos pocos elegidos.
Quiero decir que estoy muy enojado, pero así no me alcanza para expresarle a mi interlocutor la medida de mi enojo. Tampoco re enojado, ni super enojado. Hiperenojado todavía funciona y por ahora no escuché a nadie decir que estaba megaenojado. ¿Qué sigue en la lista, cuando hiper y mega bajen su cotización en el mercado del lenguaje? ¿Cómo agrandar sin acudir a palabras disminuidas?
Propongo exhumar al viejo archi. Si decimos que la ruta está archicongestionada podremos provocar en quien nos escucha la idea cabal del grado de congestión de la ruta. Todavía. Así que, ya saben, compren acciones de archi, aprovechen, que todavía están archibaratas.
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