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El mítico El Mundo Magazine de los 90

Una de las sorpresas con las que nació El Mundo, en 1989, fue su Magazine, un suplemento dominical de gran formato y enorme cabecera, con un diseño emparentado con el del diario y una cuidada edición fotográfica. Un suplemento muy periodístico. Ahí arriba está.

En 1993, el Magazine se revolucionó, y cambió su seriedad Helvetica por una sorprendente pirotecnia gráfica llena de rayas, dibujos, volúmenes, sombras, letras extravagantes… Gracias a su efervescencia por-fin-tenemos-Mac-y-diseñamos-en-pantalla, y a su alegría tipográfica, el Magazine pasó a ser lo más espectacular del quiosco. Sus páginas, excesivas casi siempre, son ahora un ejemplo muy depurado del estilo de diseño de los noventa.

Pongo el modo autobiográfico en ON: el nuevo Magazine nació cuando yo estudiaba Periodismo y empezaba a aprender en qué consistía el papel de los diseñadores. Digamos que la presencia del diseñador estaba presente de una forma muy obvia en cada rincón de este suplemento, y yo pasaba las páginas intentando averiguar el por qué de cada elemento, y sorprendiéndome de las ideacas gráficas. Aprendí mucho, por decirlo en dos palabras.

El director de arte del invento (desde el primer número) es Rodrigo Sánchez. También supervisa el diseño de Metrópoli –cuyas portadas ya son historia del diseño gráfico de por aquí–, y el resto de las revistas de Unidad Editorial. Ha contestado a un par de preguntas quintatinteras (y me ha pasado la antología de portadas, más majo que las pesetas).

¿Cómo fue tu incorporación al Magazine? ¿Con qué equipo (humano, técnico) contabas? En aquellos años empezaba el mundo de la autoedición…  

Llegué a El Mundo tras mi maravilloso paso por El Sol. Era responsable del diseño de su dominical y de varios suplementos: Libros, Motor, Informática, Economía… Allí conocí a dos de los diseñadores que más han influido en mi carrera, Eduardo Danilo y Roger Black. De ellos aprendí el amor por la letra, por los blancos, por los volúmenes, por las sombras, por los espacios entre las letras y entre las líneas. Entraron en mi paleta recursos que ni sospechaba que existiesen. Se me abrió un abanico enorme de posibilidades. Y, además, conocí y comencé a trabajar con los Mac. Ahora no puedo pensar en este trabajo si no es a través de uno de sus productos milagro.

En 1992, tras el cierre de El Sol, Carmelo Caderot (otra de mis fuentes constantes de inspiración desde los tiempos de Diario 16) decidió contar conmigo para el Magazine. La ilusión con la que empece ese proyecto fue máxima. Al llegar a El Mundo me encontré solo. Pero solo de verdad. El equipo era yo. Y así estuve un año, hasta que la empresa decidió cambiar el modelo de suplemento y el modelo de trabajo. Llegaron los Mac a la redacción (tras un año gris de tipómetros, lápices de colores y el sistema editorial Edicomp), la ayuda que necesitaba y las ganas de hacer algo diferente. Y, la verdad, lo hicimos.

¿Cuál era el concepto detrás de aquel diseño? Es decir: aquella revista sorprendía por la libertad con la que se dibujaban las páginas, por lo barroco de sus elecciones tipográficas, todo era excesivo (incluso el formato). ¿Cómo era la relación entre diseño y contenido?

Siempre que he podido he intentado divertirme con mi trabajo. Y esa fue una oportunidad de diversión, por la complicidad que había con el director de la publicación, Manuel Hidalgo; el buen ambiente con la redacción; y la libertad total que me otorgaba Carmelo. Nunca le podré agradecer lo suficiente el cariño y la generosidad con la que me trató. No sé si yo, en su lugar, hubiese sido capaz de comportarme de la misma manera. Confió en mí y me dejó vía libre para equivocarme. Y es lo que mejor he hecho: equivocarme… Así he aprendido.

Como dices, todo era excesivo. Ahora recuerdo esa época como si se fuese a acabar el mundo a la semana siguiente. No había propuesta gráfica que no me interesase, ni tipografía por probar, ni recurso por usar. Era una orgía de posibilidades y de riesgo casi total. A veces… acertaba. Hacía muchas locuras y muchas tonterías. Bueno, cosas que se hacen con ingenuidad y con más ganas que conocimientos. Ahora no me atrevería a hacer la mitad de la mitad. Algunas salían chulas otras… eran unos bodrios.

Una de las ventajas del gran tamaño del Magazine era lo espectacular de sus portadas. Es cierto que es imposible hacer fea una portada cuando se cuenta con una ilustración de Ricardo Martínez pero… ¿a ese formato? A ese formato da gloria. Una pequeña galería:

Y una antología de sus páginas.