Tengo una queja para presentar, y es vieja: el frío silencio y la paralización que sobrevienen cuando aparece algo que no está bien o no es oportuno. Me lastima y me lastimará siempre. No se necesitan semanas para decirle a alguien (aun por el más lento de los correos) que su artículo está mal, cuando puede decirle en cuestión de días que está bien. Los editores no hacen enemigos por rechazar manuscritos, sino por el modo en que lo hacen, por el cambio de atmósfera, la postergación, la nota impersonal que se arrastra.