En japonés se los conoce como chindogu (chin significa extraña y dogu, herramienta) y el término fue acuñado por el comediante e inventor Kenji Kawakami.
Un chindogu tiene que tener las siguientes características:
1. No puede tener un uso real
2. Tiene que existir
3. Incorporar un expíritu anárquico
4. Ser una herramienta para la vida cotidiana
5. No puede venderse
6. El humor no puede ser el único motivo de su creación
7. Ser inocente
8. No puede tocar temas tabú
9. No puede ser patentado
10. Estar contra todo prejuicio
Algunos ejemplos que cumplen con las diez reglas:
Para cepillarse los dientes de arriba y abajo a la vez
Remera para que te rasquen la espalda con la correspondiente tabla de referencias para el rascado
Ventilador para enfriar fideos
Y otros ejemplos, que no llegan al rango de chindogu porque, a pesar de su inutilidad, no cumplen con todas las normas del decálogo:
Pañuelo con compartimento para mocos
Un tercer grupo es el de los inventos absurdos que fueron ideados pero no tienen existencia real (al menos por ahora):
Papel higiénico conectado a Internet que imprime las noticias en tiempo real (se la dio como cierta por varios sitios de gadgets pero su creador siempre dijo que era una broma)
Teclado para navegar por Internet
Y un último grupo es el de los inventos inútiles que se pensaron como parodia y terminaron convertidos en productos reales, como el argentino Patomaster,
un patito de hule que se ata al cuello y despierta inmediatamente al usuario en caso de somnolencia involuntaria, cuando el mentón en caída choca contra el Patomaster y la presión hace que emita un sonido simil pato, pero mucho más agudo e irritante.