(Novena entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 135 de Periodismo.com de octubre de 2009)
Están ahí, no llaman demasiado la atención, apenas molestan o directamente son ignoradas. Se trata de las minizonceras digitales. A diferencia de las otras, las zonceras mayores, errores que insultan al lector, decisiones equivocadas que afectan la navegación, fallas éticas que dañan la trayectoria de un medio, las minizonceras son pequeños desaguisados cometidos en nombre de la novedad, la apuesta rebuscada o, directamente y para decirlo en palabras de Jauretche, la tilinguería del mediopelo, en este caso del periodismo digital.
Algunos ejemplos:
– Hojear el diario en papel: muchos medios digitales ofrecen la posibilidad de consultar la versión impresa en la web. Y algunos hasta la cobran. Pero ¿cuál es el sentido de recorrer una versión contranatura si ya existe la muy práctica en HTML? Algunos dirán que es para consultar la publicidad o las secciones que no aparecen en la contraparte digital, pero ambos ejemplos podrían trasladarse al diseño para la web y ofrecerlos gratis o a un precio, en lugar de tener que hojear esas incómodas (y seguramente costosas) alternativas en Flash.
– Sobredosis de blogs: todo diario digital que se precie de moderno, tendrá una sección de blogs. Allí, las plumas destacadas encontrarán un espacio para comunicarse con sus fans (y engordar su ego). Pero estas secciones, que arrancan con mucho entusiasmo y gran cantidad de actualizaciones, terminan convirtiéndose en un pueblo fantasma. Se produce la misma tendencia que con los blogs independientes ya que la mayor parte de las veces los periodistas que los mantienen no cobran por cantidad de posts o directamente no cobran.
– Tagcloud: este concepto, que podría traducirse al español como "nube de etiquetas" lista las palabras más relevantes del contenido y cuantas más repeticiones tenga un término, en mayor tamaño aparecerá. Esta idea nunca fue entendida por el lector promedio y, lo que es peor, jamás le encontró utilidad alguna. Todavía algunos diarios digitales se jactan de tener su tagcloud.
– URLs enormes: en pos de posicionarse mejor en los buscadores, los medios digitales ofrecen direcciones interminables para cada noticia, plagadas de las mismas palabras que figuran en el título. Eso, que podría ayudarlos a destacarse en Google, atenta contra su base de lectores y el boca a boca: mandar una de esas URLs por email generalmente la termina cortando y el que la recibió tal vez no sepa como recomponerla. Son pocos los diarios que ofrecen una versión corta de la misma página para difundir.
– Mandar a Digg: para no quedarse al margen de la movida 2.0 casi todos los diarios tienen, al final de cada nota, una serie de iconitos para enviar la noticia a redes sociales como Digg, Menéame, Fresqui y otras que la mayoría del público que consulta los diarios digitales ignora. Más allá de que sería rarísimo que una noticia en español fuera promovida en Digg (un sitio donde el 99,9% del contenido destacado es en inglés) es paradójico que, por ejemplo, esos mismos diarios no tengan un ícono para mandar las noticias a Twitter o Facebook, de mayor llegada entre los usuarios y sin barreras para que una historia sea publicada.
Este es un listado acotado. Seguramente el lector avezado descubrirá muchas otras en su cotidiano padecer frente a los diarios digitales.
Diego Rottman