El número puede ser acertado o no. Al menos es la cantidad aproximada de weblogs indexados por Technorati mientras escribo esto.
Cuando en junio de 1999 registré el dominio weblog.com.ar jamás imaginé semejante explosión. Aunque en Argentina la palabra estaba reservada a los geeks, en EE.UU. existían como diarios personales desde el ’95 y etiquetados como weblogs desde el 17 de diciembre de 1997 (+).
Ahora se da el ciclo inverso: mientras en Argentina los medios masivos se convirtieron en apologistas de los blogs, en EE.UU. algunas voces se apresuran a extender el certificado de defunción para esta forma de comunicarse.
Habrá, seguramente, opiniones opuestas para cada caso. Pero en grueso resumen, los críticos hacen hincapié en la falta de profesionalización de los blogs (y su limitación para el lucro) y los defensores recalcan sus posibilidades democratizadoras.
Esquivando definiciones tecnológicas, un weblog es un espacio de expresión individual (también en los weblogs colectivos), un medio digital «de autor». Pero esto no es para nada novedoso. Me autocito:
¿Que era Karl Kraus sino un bloguer en la Viena de Fin de Siglo? Y los comentarios de los weblogs no son más que la metamorfosis, globalizada y a la vez centralizada, de la tertulia vienesa, el coffehouse inglés y el café francés del Antiguo Régimen, puntos de encuentro para discutir las noticias. Para no limitarlo a los medios gráficos y al resto del mundo, desde que Radio Belgrano inauguró la tendencia con la llegada de la democracia, no hay programa de radio que no difunda los mensajes de los oyentes.
El periodista del Financial Times Trevor Butterworth se ocupa de esta explosión de la opinión en su artículo «Time for the last post«, el mejor que se haya escrito sobre el «fenómeno weblog»:
Bloguear -si se me perdona el filosofismo barato- trajo el iluminismo europeo a EE.UU. Cada bloguer fue su propia imprenta, ejerciendo espontáneamente su libertad de crítica. Lo que es grandioso. Pero en el camino la opinión terminó convirtiéndose en la nueva pornografía de Internet.
En su texto, Butterworth opone esta «pornografía de la opinión», constante de los blogs, al «erotismo de los hechos», más presente en el periodismo tradicional. Con el agravante de que los blogs potencian la evanescencia de la prensa. Al estar atados
al ciclo interminable de las noticias y a la necesidad de publicar cuatro o cinco veces por día, cinco días a la semana, 50 semanas al año, los weblogs son la cultura literaria que más se ha acercado a la obsolescencia instantánea. […] Una tumba virtual para mil millones de posts.
Los pioneros entendieron mejor de qué iba la cosa: antes de que los bloguers se conocieran de ese modo, recibían el apelativo de escribicionistas. Esos perversos que se exhiben escribiendo compulsivamente.
[audio:http://www.simplenet.com.ar/mp/mpaniversario/01.mp3]