Desde el regreso de la democracia, cada gobierno tuvo su programa de tv paraoficial exitoso. Con Alfonsín fue «La cigarra», un ciclo feminista conducido por María Herminia Avellaneda, Susana Rinaldi y nada menos que María Elena Walsh. Con Menem fue «Polémica en el bar», cuando Gerardo Sofovich sustituyó a los actores que decían un libreto por periodistas que daban sus opiniones sobre los sucesos de cada día. Y con los Kirchner, es «678».
Sus dos antecesores tuvieron mucho más rating que el último, pero este tiene mucha más influencia. Al pluralismo de «La cigarra», le siguió una casi hegemonía menemista en «Polémica en el bar» (Hugo Gambini era la voz disonante) y «678» se compone de un panel 100% oficialista. «La cigarra» tocaba temas de los que nunca se había hablado hasta ahí en tv (aborto, mujeres golpeadas), pero era condenadamente aburrido y poco televisivo. «Polémica en el bar» seducía al espectador al agregarle humor a la bajada de línea, pero era frívolo. «678» recuperó el didactismo del alfonsinista, el humor del menemista y le agregó la edición y debate de segmentos de los noticieros y los programas políticos. Una fórmula contundente.
El triunfo cultural de 678 hay que medirlo desde dos ópticas. Por un lado, hacer periodismo de periodistas dejó de ser un tabú. Lo que desde el ’83 en adelante estaba reservado a las revistas especializadas o a las carreras de periodismo ahora se hablaba en el canal oficial en horario central. Con una oposición política atomizada e impotente, el contrincante más poderoso para el gobierno pasa a ser Clarín, máximo dueño de los contenidos y, sobre todo, de su distribución. Así, el «Clarín miente» de Moyano y luego Kirchner se amplifica y profundiza y por primera vez se difunde fuera del ghetto el caso de los hijos de Ernestina Herrera de Noble, Papel Prensa, su complicidad con el Proceso, sus conflictos gremiales, etc. Todo ya conocido en el gremio periodístico desde siempre, pero silenciado hasta ahora en los medios masivos, salvo excepciones. Estas denuncias continuarán en la medida en que el gobierno siga teniendo al grupo comandado por Magnetto como enemigo político y a Gvirtz como amigo. Recordemos que «TVR» de Gvirtz fue acogido por Canal 13 (de Clarín) cuando se fue censurado de América. Y que Clarín y el gobierno eran aliados hasta iniciado el gobierno de Cristina.
El otro triunfo cultural de 678 es más profundo. No solamente el gobierno influye en su house organ, sino que el house organ dicta el modo de hacer política al gobierno (y hasta a la oposición). Como Neustadt con las privatizaciones de Menem, 678 reemplaza las acciones políticas por el análisis de su discurso mediático, una metapolítica. Está sintetizado magistralmente por Roberto Gargarella en un artículo reciente:
Oficialismo y oposición comparten un problema, entre tantos otros: escapar de, y no querer ver, la realidad que ellos mismos generan. El oficialismo y sus analistas ya no reconocen más los hechos sociales. Ahora se trata, en todos los casos, de «operaciones mediáticas». Si hay una trama que nos habla de lavado de dinero, dirigentes gremiales ya condenados por la justicia, financiamiento sucio de la política, negocios terroríficos a costa de la salud de los jubilados, nada de eso importa: El objeto de estudio ya no es más la trama, sino la “operación mediática” que torna visible la trama. Por qué ahora, y no hace una semana? Por qué a través del portal de la Corte Suprema y no por otro canal? Por qué vía Suiza, y no vía Finlandia? La noticia de fondo ya no está. En la oposición pasa algo parecido. En parte como resultado de una tradición política caudillista-personalista pero, también, como producto de análisis perezosos que llevan a simplificar lo que siempre es más complejo, la atención se concentra en una figura pública corrupta, un funcionario de comportamiento fascista, o un acto vandálico, como los hay tantos, para luego dar el grito de: “escándalo.” La pregunta, en todos los casos, es la misma: Qué decimos de la red política, económica, social, que torna posible la producción del exabrupto de hoy, el surgimiento de un nuevo escándalo del que nos olvidaremos en unos días, corriendo detrás de uno nuevo?
La política del archivo, la edición, la imagen y la opinión breve y efectista que muestra 678 a diario en sus informes y sus panelistas de a poco va invadiendo al resto de los analistas oficialistas y opositores, a las noticias y a los gobernantes. El mismo Gargarella ejemplifica los dos niveles de análisis, el mediático/político, dominante y el político, ausente:
Puede ocurrir que una gobernadora, apenas electa, haga “declaraciones desafortunadas” (en este caso, a favor de lo peor que representó el saadismo, como fuerza política) –a cualquiera le pasa. Pero no es esa anécdota lo que importa. La cuestión relevante es si el gobierno fortalece la gesta cívica que expulsó al saadismo del poder, o por el contrario pacta con éste. Puede ocurrir, también, la imperdonable muerte de aborígenes, a manos del gobierno formoseño –un hecho trágico, puntual, que pudo haberse dado en cualquier otro momento de la historia argentina. La pregunta es si el gobierno desmonta la estructura de desigualdades que, en Formosa, hambrea y criminaliza a los tobas desde hace años; o por el contrario la afirma y respalda, mientras siquiera presenta como problema lo ocurrido. De manera similar, puede ocurrir la insuperable muerte de un joven de izquierda, a manos de empleados de la Unión Ferroviaria. La pregunta que uno merece hacerse, entonces, es si el gobierno peleaba, con el joven muerto, contra los resabios criminales que anidaban en ese sector del sindicalismo, o por el contrario negociaba con éste, a costa de los derechos de los terciarizados. Frente al “escándalo” más cercano, el de este fin de semana -un bloqueo destinado a castigar a la prensa no oficialista- uno podría preguntarse: Es que el gobierno ha tratado de fortalecer, en todo este tiempo, la democracia sindical, la transparencia y el pluralismo del movimiento obrero; o por el contrario ha denegado hasta la personería jurídica a centrales obreras alternativas, ha hostigado al sindicalismo de izquierda, ha establecido alianzas con sectores sindicales enjuiciados por crímenes graves? Si las respuestas, en todos los casos, son las que uno presume, entonces la cuestión no es por qué ocurren hechos como el de ayer, sino cómo vamos a evitar las violaciones de derechos futuras, que las estructuras creadas alimentan, cada día que pasa.
En este marco, desde el 28 de agosto de 2009 Clarín decidió abandonar su pretendida neutralidad y comenzó a dar una batalla para conservar su poder empresarial, aún a riesgo de perder credibilidad. En el marco de una estrategia cada vez más agresiva, comenzó la fase «tapa en blanco» que ahora se ve cada vez más claramente que de sorpresiva no tuvo nada. El segundo episodio de esta estrategia fue este lunes en Telenoche, que abandonó por un rato los bloopers de YouTube, para emitir un informe de neto corte seissieteochesco en materia de edición donde se ve en una cámara oculta al delegado de AGR Luis Siri filmada en febrero amenazando con un bloqueo, vinculándose con Aníbal Fernández y pidiendo $3.150.000 para él y cifras parecidas para sus acompañantes (9 millones en total) como compensación personal para dejar los conflictos.
Al día siguiente, la respuesta oficialista no se hizo esperar. Desde temprano, Victor Hugo Morales, un histórico luchador contra Clarín, justificó las bravatas de Siri y chantajeó emocionalmente a sus oyentes: se está del lado de Siri o se está del lado de Clarín, sin matices. En los doce minutos de su monólogo omitió referirse al pedido de dinero de Siri («usted quizás anoche se dejó manipular por los 9 millones» es todo lo que dijo).
Por la noche, 678 dedicó la primera hora entera del programa al tema. En todo ese tiempo, tampoco habló de los 9 millones. Los informes sirvieron ante todo para que el gobierno y el programa se despegaran de Siri. Pero sobre todo dedicaron esos 60 minutos a cuestionar a Telenoche por ¡usar una cámara oculta! (cuando ellos la usaron contra Pagni) y por ¡el modo en el que el informe estuvo editado!. Sí, leyeron bien, mientras omitían hablar de los 9 millones cuestionaban la edición del informe rival. Es decir, de nuevo, el análisis de la forma (la cámara oculta) por el fondo del asunto (la supuesta extorsión de Siri). En Twitter escribí: «Criticar la cámara oculta y no lo que se ve es como la mujer infiel ofendida porque el marido se enteró entrando sin permiso a su Facebook«. Clarín le dio a 678 una cucharada de su propia medicina. Que Clarín haya claudicado y abrazado las herramientas de propaganda de 678 para informar es para Gvirtz y el gobierno un triunfo pírrico.
Pero no se hablará mucho más de esta cámara oculta. Al gobierno no le conviene seguir pegado a Siri y a Clarín no le conviene que su deleznable cámara oculta sea usada como bumerang por los trabajadores en un juicio por acoso laboral.
Mientras la propaganda invada al periodismo deberemos acostumbrarnos a informarnos con más de un medio, aunque ni Clarín, ni 678 nos informen hoy de los otros delegados de AGR y de los otros conflictos gremiales en medios kirchneristas.