«El péndulo» es un programa de Juan Pablo Varsky adonde distintos periodistas opinan sobre su oficio. Abrió el ciclo, a modo de tesis, Jorge Lanata:
Le siguió Sandra Russo, como su antítesis:
Y en el tercer programa estuvo la síntesis, a cargo de Beatriz Sarlo:
Quedan todavía siete programas pero vale la pena ver estos tres para hacerse un buen resumen del debate que recorre el periodismo desde hace tres o cuatro años, cuando el Grupo Clarín deja de ser un aliado del gobierno para enfrentarlo explícitamente y surge 678 como el proyecto oficialista más exitoso para responder a ese enfrentamiento. La polémica «periodismo militante» o «periodismo independiente» como eufemismos de la propaganda oficialista u opositora, encarnados en las voces de Sandra Russo y Lanata, excluye a una tercera voz, la más numerosa, la del periodista profesional, insinuado por Sarlo.
En otra interesante producción, la revista Sudestada da cuenta de estos tres grupos. Dice Hugo Montero:
En un extremo, el Grupo Clarín y su complejo entramado de negocios que va más allá de lo periodístico, que precisa del disciplinamiento del poder de turno para resguardar sus ganancias y que se ve amenazado, intepelado y expuesto por primera vez en mucho tiempo. [..] En el otro rincón, un conglomerado de nuevos medios, con respetados profesionales del oficio y nuevos administradores de la oportunidad financiera, que intenta poner en cuestión el discurso hegemónico del adversario, pero que incurre en reproducir sus mañas y vicios y en justificar su rol de propagandistas. [..] Unos y otros desprecian a quienes no se posicionan. Los llaman «neutrales».
Ante las certezas de los polos, en ese mismo informe Hernán López Echagüe, les contrapone las dudas del periodista profesional:
Para un periodista todo debe ser relativo, por eso se dedica al periodismo; para un político, en cambio, todo es absoluto, y por eso se dedica a la política. El absolutismo es fenomenal y cómodo. La falta de certezas es incómoda y causa dolor de barriga, pero es más saludable.
Tanto para los llamados periodistas independientes como para los periodistas militantes, hechos y opiniones están atados a quien los enuncia. Los dos grupos, igualados por una deontología ad-hominem. Se pasa del «lo dijo el diario, así que debe ser verdad» de hace menos de una década a «cómo va a ser verdad si salió en Clarín (o Página/12)».
Por eso, resulta casi revolucionario que Sarlo vuelva a introducir, para sorpresa de Varsky, la idea de objetividad, una mala palabra entre los que ejercen la profesión por estos días:
VARSKY: ¿Cuál es la ética periodística Beatriz?
SARLO: Yo creo que la objetividad y la crítica de aquello que se descubre son los dos rasgos principales de la ética periodística.
VARSKY: ¿Existe la objetividad?
SARLO: Sería ofender a los periodistas decir que no existe. Hay periodistas de investigación, tanto histórica como de investigación sobre hechos más próximos, que hacen todos los esfuerzos para que aquello que escriben sea la versión más cercana a aquello sucedido. Que esa es toda la objetividad que se puede pedir. Es la misma objetividad que se le exige a un historiador.
VARSKY: Es curioso, porque casi todos los periodistas dicen, o decimos, que la objetividad no existe. Y vos, que no sos periodista pura, la reivindicás como un valor…
SARLO: Ningún historiador de la cultura te diría que no se puede ser objetivo. A lo que no se puede aspirar es a decir «lo que sale de mi boca es la verdad».
En otro momento de la charla Sarlo habla de un tercer momento de la prensa, que llega con los medios en la web: «ahí los kirchneristas también leen Clarín y los antikirchneristas leen Página/12, es un público que se va desplazando por pantallas, por sitios web y se va haciendo su propio Huffington Post» [medio online fundado en 2005 que recopila lo más destacado de la prensa]
En realidad, el modelo Huffington Post comenzamos a hacerlo en Periodismo.com ocho años antes que el Huffington Post. Y la idea de un Huffington Post personal tiene poco de novedosa: fue teorizada como «Daily Me» por Nicholas Negroponte en 1995 y es una realidad desde al menos una década.
Pero es interesante la idea del antikirchnerista leyendo medios oficialistas y del kirchnerista leyendo medios opositores. Se los lee para criticar, pero también para adherir («hasta La Nación reconoce que esta medida del gobierno estuvo bien»). Y algo que Sarlo deja afuera es la presencia creciente de blogs y redes sociales en la dieta informativa. Por eso, podrá haber medios K y medios anti K, pero no necesariamente se corresponden con los lectores K o lectores anti K.
A modo de ejemplo, presentamos el oficialista «Diario K» y el opositor «Diario Q» (en homenaje a Quintín, uno de los antikirchneristas más fanáticos). A partir de dos listas que armamos, el servicio The Tweeted Times analiza los links de tuiteros simpatizantes con el gobierno y de aquellos opositores a la gestión kirchnerista y arma cada 24 horas un diario con las noticias más relevantes para ambos grupos. (por supuesto, cualquiera que prefiera no figurar en estas listas o desee ser agregado, no tiene más que solicitarlo en los comentarios).