Recorría con la vista los decorados que representan a «CTU Los Angeles» cuando fue interrumpido por un técnico: «¿Cuando es tu escena?», le preguntó. Pero la impecable vestimenta militar, llena de condecoraciones, de ese hombre curioso en el set de tv no salió del departamento de vestuario de «24». Es un legítimo uniforme del Ejército norteamericano. Porque el Brigadier General Patrick Finnegan es el decano de Academia Militar de West Point y ese día voló a Los Ángeles, no para probar suerte en las Artes Dramáticas o para hacer un cameo con Jack Bauer, sino porque él y tres de los más expertos interrogadores del FBI iban a entrevistarse con el equipo creativo de «24».
El objetivo principal de la reunión, reconstruida con detalles por Jane Mayer para The New Yorker, estaba lejos del cholulismo: Finnegan viajaba para torcer el rumbo de la serie en materia de tortura.
Quien haya visto el programa, conoce las técnicas de Jack Bauer para extraerle información a los terroristas: un balazo en la pierna es la advertencia para que el detenido confiese temiendo recibir el segundo en la otra pierna.
En esa reunión de alrededor de dos horas, los militares le dijeron a los productores que cada vez más aspirantes a integrar las Fuerzas Armadas toman a Jack y sus métodos como legítimos. La premisa de que la ley debe sacrificarse en favor de la Seguridad Nacional está afectando el entrenamiento y el desempeño de los soldados americanos reales. «Los chicos ven el programa y dicen ‘Si la tortura está mal, ¿por qué la usan en 24?'», protestó Finnegan, «ustedes deben hacer un show donde la tortura se vuelva en contra».
Joel Surnow, uno de los dos creadores de «24», desairó a los visitantes y faltó a la reunión. Surnow es hijo de demócratas pero furioso militante republicano, judío de nacimiento ahora convertido al catolicismo. «Los conservadores somos la nueva clase oprimida», suele bromear, «¿no es bizarro que en Hollywood sea más fácil declararse gay que conservador?». En su oficina tiene, en una caja de vidrio, la bandera norteamericana que flameó sobre Bagdad en la invasión a Irak de 2003. Cuando se le pidió a Surnow que participara de un video para los estudiantes de las academias militares donde dejara en claro que la tortura no es un método válido para conseguir información, no se anduvo con rodeos: «No way!».
Quien sí estuvo fue el otro creador, Bob Cochran. Cochran se defendió usando la lógica del «ticking time bomb»: «¿Qué harían si enfrentaran una inminente explosión nuclear en New York y tienen en custudia a un sospechoso que sabe como detenerla?», les preguntó. Uno de los interrogadores dijo que solo aplicaría coerción física bajo la autorización del presidente, pero otro, Joe Navarro, que asegura haber hecho 12 mil interrogatorios en su vida, fue más allá, «los terroristas son gente muy determinada, los terroristas islámicos, casi que le dan la bienvenida a la tortura, la esperan, quieren ser martirizados». En realidad, asegura, una bomba a punto de estallar hace a un terrorista menos proclive a hablar «saben que si pueden aguantar apenas unas horas, el atentado se va a concretar».
En la reunión Stuart Herrington, otro de los veteranos interrogadores, leyó una lista de diecisiete técnicas efectivas para obtener información, ninguna de las cuales es abusiva. Después de escucharlas, Howard Gordon, el escritor principal de «24», golpeó con su puño en la mesa y bromeó, «¡Está contratado!». De paso, aprovechó para preguntarle a sus interlocutores si conocían algún suero de la verdad efectivo.
Los productores argumentaron que en la serie no se «glamouriza» la tortura, que Jack Bauer nunca disfruta infligiendo dolor, pero los militares disintieron, apuntando que Bauer permanece siempre admirablemente racional después de cometer actos bárbaros como decapitar a un testigo con una sierra. En palabras de Navarro: «Sólo un psicópata puede torturar y seguir como si nada. No quieres gente así en tu organización, no son confiables y tienden a tener otros problemas grotescos».
Tony Lagouranis, un ex interrogador en la guerra de Irak era el tercer experto en la reunión. Les reveló que lo que se usa para obtener información de los sospechosos es el «rapport-building», un lento proceso para ir ganándose la confianza de los informantes. Pero Cochran dijo que estas técnicas llevan mucho tiempo como para mostrarlas en un show que transcurre en tiempo real.
Después de la reunión, los militares se fueron más pesimistas que satisfechos: «Estuvieron receptivos, pero es un formato que funciona. Ganaron un montón de premios. ¿Por qué habrían de tocar un show que es un número 1?», razona Navarro.
Pero este grupo y los organizadores de la reunión, y la ONG Human Rights First, no se quedan quietos. Bajo el sitio web Prime Time Torture, buscan generar conciencia y educar a los espectadores de programas como «24», «Alias», «Lost» y «Law & Order» acerca de «por qué la tortura nos hace estar menos y no más seguros».
Desde otra óptica, el blog Jack Bauer Torture Report se propone inventariar todas las muertes y torturas de la sexta temporada, que empieza en América latina este domingo. Estos son los resultados hasta ahora según los capítulos emitidos en EE.UU.: