Cuando Roberto Pablo Guareschi dirigía Clarín, solía definirlo como el medio más independiente de Argentina. Explicaba que un diario con un solo anunciante depende de ese único ingreso de dinero para sobrevivir. Si tiene dos anunciantes, que se caiga uno ya no importa tanto. Mientras que un medio como Clarín, con miles de anunciantes cada día (si sumamos los avisos clasificados), no necesita someterse a los designios de ningún sponsor. Que se levante un aviso no afecta en nada a la supervivencia de Clarín y, por ende, no necesita pedirle permiso a ninguna empresa para publicar su material periodístico. Ergo, su independencia sería plena.
Claro que si esa misma empresa que posee el diario es dueña de otras empresas, entre ellas una con el Estado, sus independencia comienza a ser discutible, como se pudo ver en los públicos enfrentamientos y armisticios de los últimos tiempos.
Los jóvenes emprendedores de los ’90 que venían a cambiar la economía con sus empresas virtuales, nunca tuvieron el legítimo sueño de hacer grandes a sus compañías: las vendieron o terminaron huyendo del fiasco inflado que habían propiciado. En una reunión de First Tuesday antes de que explotara la burbuja del NASDAQ pude escuchar a un veinteañero deprimido porque había vendido su puntocom en «nada más» que 200.000 dólares.
Periodismo.com empezó hace once años como un catálogo para mostrarle a los clientes de nuestro incipiente microemprendimiento las potencialidades del nuevo medio que asomaba: la web. Y fue virando hacia un espacio con vida propia. Todo este tiempo el desafío fue cómo crecer sin perder la independencia en un soporte donde la noticia es un commodity y la competencia es fuerte y poderosa.
No fue fácil: ni siquiera hoy los anunciantes creen en Internet para pautar. Las cadenas de publicidad primero y Adsense después, lograron el milagro que enunciaba Guareschi: uno ni siquiera sabe quiénes son los que anuncian en nuestra página y muchas veces los anunciantes no saben en qué página aparecerá su aviso. El sueño de la independecia total. Pero la realidad es que muy pocos viven hoy de este tipo de ingresos. No es nuestro caso.
Y hubo que crear vías alternativas de que ingrese dinero: hosting, cursos de periodismo, sindicación de noticias, contenido para otros medios digitales e impresos, software de administración de contenido y varios proyectos más que nos permitieron superar las varias crisis globales y locales de pie.
Nuestra conclusión después de todos estos años es la misma y, a la vez, diferente que la del ex director de Clarín: para ser verdaderamente independiente, un periodista tiene que depender de muchas formas de ganarse la vida. La verdadera independencia periodística es, en realidad, dependencia periodística: la única fidelidad es con el periodismo.