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No ticias

Todos los días los diarios y sus versiones online se pueblan de este tipo de informaciones que, pese a no cumplir con las características de noticiabilidad, muchas veces están entre las más vistas.

1) Noticias horóscopo

El título y la foto nos lleva a leer sobre una posible candidatura de Ricardo Fort a la Presidencia de la Nación. La bajada dice que “quizás dentro de 20 años”. También quizás dentro de 20 años sea un holograma, o pobre, o talentoso, o heterosexual.

2) Último momento: una chica desnuda

El clásico de los medios online: chicas con poca ropa bajo una excusa informativa. Protestas ecológicas, calendarios para caridad, declaraciones polémicas, romances inventados, todo vale para este gran sumador de page views.

3) Efemérides rebuscadas

Ya de por sí los aniversarios son una excusa pobre para interminables homenajes (si caen en domingos, feriados o enero, mejor). Pero la convención acepta para estas artimañas los números redondos. Pero ¿”a cuatro meses de su fallecimiento”, como se ve en la volanta de esta nota?¿Que sigue?¿”A 19 semanas del bar mitztvá de su sobrinito”?

4) Fuentes bien informadas aseguraron que estamos vendiendo cosas

Aunque les suene raro a las nuevas generaciones de periodistas, hubo un tiempo en el que las publinotas eran vergonzantes para los medios. Esos artículos que los diarios publican para vender subproductos eran considerados poco éticos, una intrusión de la publicidad en el periodismo, y se rotulaban como publicidad o aparecían con una tipografía diferente.

5) La capilaridad de la nada

A partir de una noticia trivial se genera una polémica, que se extiende a lo largo de toda la semana. Los últimos estertores dan pena. Pero si se necesitara, todavía se puede prolongar. Por ejemplo, a esta frase de Ortega pueden seguirle los siguientes retruques: “De Ortega dijeron que era borracho”, “De Messi sí dijeron que arruga en los Mundiales”, “Decir mariconcito es de puto”, “El INADI condena el uso de la palabra mariconcito”, etc.

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Porno para periodistas

Imagínense presenciar las reuniones de editores del diario más importante de mundo, una especie de reality filmado dentro de una redacción. Desde hace un mes eso es posible, gracias a TimesCast, un nuevo servicio de The New York Times.

De lunes a viernes, TimesCast cuenta en videos de 5 minutos el armado de la edición del día siguiente. El concepto no es nuevo. Crítica de la Argentina ya lo hizo de otra manera, mostrando en su sitio web la pauta con las notas a medida que se iban definiendo. Y los videos con periodistas analizando la noticia son una práctica habitual de muchas versiones digitales de diarios de papel. Pero la original idea de Lanata era fría y una caja negra, mientras que las columnas de opinión filmadas son soporíferas y desprecian a la imagen -poner una foto del periodista y el audio sería equivalente.

TimeCast es atractivo de ver, al menos para alguien al que le interesa el periodismo y su cocina. Está editado con ritmo, mechado con imágenes y videos de las noticias de las que se está hablando y aborda los tres temas más importantes del día en menos de un minuto con entrevistas al periodista a cargo dentro del periódico, que aporta contexto más que opinión.

Pero sin dudas lo más interesante es el comienzo, con la reunión de tapa de las 10:30 de la mañana. Presenciamos el intercambio entre los editores, con cara de dormidos y anotando en cuadernitos (nada de iPads), sobre cuáles serán las principales noticias de la jornada. Son apenas unos minutos y se nota la puesta en escena, pero a la vez el espectador se siente más cerca de los autores del diario.

Esperando una versión subtitulada al español y con la certeza de que por cosas como estas nunca veremos un equivalente en medios como Clarín, les dejo el Timecast de hoy (recomiendo ponerlo a pantalla completa):

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Mesa de saldos XX

Especial autobombo

A punto de tomarme unas merecidas vacaciones, este blog no va a actualizarse, al menos, hasta marzo, cuando cumpla sus primeros cuatro años de vida.

Para que no se aburran durante todo ese tiempo, acá va un listado de otros sitios, blogs y espacios en redes sociales que tienen que ver conmigo.

Malas Palabras: empezando por acá, mi blog personal tiene casi mil entradas para leer. Acá, acá y acá hay una selección de los mejores posts. Recomiendo también el «Manual de Zonceras Digitales», una especie de manifiesto contra los lugares comunes de los medios online. Este es su índice:

Introducción a la zoncera digital
El mediopelo digital
Fe de erratas se busca
Apología del enlace
Free vs. fee, un falso debate
“Festina lente”
Lo que la gente quiere
El pantalón sin agujeros
Cinco minizonceras
Los tres pecados de Soitu
En el Congreso de Medicina Ciudadana

Malas Palabras II: La caída del bulo de Merlín fue un post para recordar a una de las primeras radios truchas argentinas. Allí lamentábamos que no hubiera material online para recordarla. La magia de Internet hizo que llegaran hasta acá fans de la emisora y tres de sus integrantes: Pablo Avelluto, Fernando Collazo y Santiago Salgado. Santiago subió, además, varios momentos para escuchar que reproducimos acá. ¡Misión cumplida!

Malas Palabras III: En wwwwww.posterous.com hay un miniblog llamado «Malas Palabras, posts urgentes» con mucha música y algunas perlitas de los medios. Se puede escuchar el primer programa de Radio Barcelona, repasar las mejores cortinas de los programas de Nicolás Repetto o de la época de oro de la Rock & Pop y muchos covers y mashups de canciones conocidas.

Buscadoor es un blog que también mantengo con tips, tutoriales y recursos que se pueden encontrar en Internet. Desde allí podrán buscar amigos en Facebook sin registrarse, consultar y debatir dudas del idioma o descargarse libros gratis en español para leer en el Kindle, en la PC o en el celular y otros 176 posts más.

Cibercultura: artículos de cibercultura de distintos medios online que hasta ahora archivaba en privado, desde hace un tiempo los estoy guardando en un blog. Cibercultura.com.ar es la dirección. Ahí muchos de los textos son en inglés, como la nueva tendencia de los grandes blogs a suprimir la opción de comentarios o por qué los periodistas aman a Apple. Pero también hay notas en español, como el lado oscuro del crowdsourcing o cómo evitar «meteduras de pata» en internet.

Redes Sociales: también estoy en Twitter, Facebook, Linkedin y YouTube. De estos cuatro, recomiendo Twitter, donde tengo publicados 1543 tuits y varios favoritos de otros usuarios.

Otros sitios que tienen que ver conmigo. Van a seguir actualizándose en estos días (no por mí) Periodismo.com, Noticias Locas y Weblog.com.ar. También pueden leer Vida de Averchenko, la primera novela argentina publicada en Internet. O hacer un curso de periodismo a distancia en Periodismo.net: las clases empiezan este lunes.

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En el Congreso de Medicina Ciudadana

(Última entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 137 de Periodismo.com de diciembre de 2009)

"Estimados colegas. Ni ustedes ni yo somos médicos. Pero estamos reunidos hoy en este Primer Congreso de Medicina Ciudadana porque nos interesa la salud y consideramos que no hace falta un título ni estudiar para curar a otra persona. Con las nuevas tecnologías, Wikipedia y un poco de práctica, cualquiera puede ser doctor. ¿O acaso cuando alguien se desmaya en plena calle el que lo ayuda es un doctor dipomado? No, es un ciudadano preocupado, casi siempre sin experiencia médica ni estudios en la materia. A hacer respiración boca a boca se aprende en diez minutos, no son necesarios cinco años de exámenes y una residencia ¿Para qué pagarle a un médico si en Google encontramos la respuesta gratis y en segundos?¿Por qué gastar una fortuna en una medicina prepaga si alguien en Twitter nos puede decir qué remedio tomar cuando nos duele algo? En pleno Siglo XXI hasta es posible diagnosticar una apendicits con el iPhone. Porque, digámoslo, los doctores no son infalibles: vean sino los cientos de casos por mala praxis que llegan todos los meses a los tribunales."

Este alocado discurso, que resulta ridículo si se habla de medicina, se repite todo el tiempo para referirse al llamado Periodismo Ciudadano, la mayor de las zonceras digitales. Confundir con periodismo al valioso aporte de material fotográfico o de video por parte de testigos de accidentes, catástrofes naturales o atentados es pretender igualar al que hace respiración boca a boca en la calle con un cardiólogo. Desmerecer la experiencia o los estudios de un periodista profesional porque con las nuevas herramientas cualquiera puede opinar ignora el resto de las prácticas que arrojan como producto una noticia, incluyendo el relevamiento de más de una fuente (cosa que casi nunca se hace en el periodismo ciudadano), el recabar y procesar información, la redacción inteligible y atractiva y, eventualmente pero no necesariamente, una opinión. Es probable que se respete más la opinión de un amigo de Facebook sobre una película que lo que escribe un crítico de cine, pero eso no transforma al primero en periodista. Y que haya malos periodistas y mal periodismo no invalida que haya excelentes periodistas y medios que apuesten al periodismo de calidad.

La cruel verdad es que, salvo excepciones como Ohmynews, los portales de periodismo ciudadano fracasan inexorablemente. Es que si existe un ciudadano capaz de cumplir eficientemente y en forma rutinaria con las prácticas periodísticas no es un periodista ciudadano, es un periodista. Cubrir episodios que no sean de nuestro interés, escribir con periodicidad y dedicarle el tiempo necesario a la tarea de reportero son obligaciones que el periodista ciudadano no está dispuesto a padecer, mal pago o trabajando gratis y generalmente con otra ocupación como modo de vida.

A pesar de la explosión de comunicadores amateurs, la agenda periodística todavía la siguen manejando los medios tradicionales, que acudirán deseosos de material a las redes sociales cuando suceda una noticia no programada. Le compran el múltiple choque al ciudadano no por su talento para mostrar una noticia, sino nada más que porque ellos no pudieron estar allí en ese momento.

Y después está el costado moral del asunto. En su nota "After Fort Hood, another example of how ‘citizen journalists’ can’t handle the truth", Paul Carr se lamenta por la cobertura en Twitter de la masacre de Fort Hood, donde los populares tuiteos de un testigo resultaron erróneos o violaron los códigos militares y de salud de EE.UU. (donde esta prohibido sacar fotos en un hospital). Carr argumenta que las redes sociales nos están transformando en egoístas inhumanos donde la mirada de un recital es a través de la pantalla de un celular aunque estemos allí, donde importa más que nos miren mirando que participar del acontecimiento ("¿para qué necesita el mundo dos centenas de fotos de la misma banda en el mismo escenario, todas tomadas a a vez desde casi el mismo ángulo?", se pregunta). Donde, frente a un accidente automovilístico, usamos nuestro teléfono, pero no para llamar al 911, sino para retratar a los autos destrozados. Reflejo de periodista ciudadano, voyeur mirando para sus voyeurs virtuales en lugar de involucrarse con su prójimo real. Desde esa perspectiva, hasta valdría más impulsar la medicina ciudadana que seguir alentando a su equivalente periodístico.

Diego Rottman

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Los tres pecados de Soitu

(Décima entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 136 de Periodismo.com de noviembre de 2009)

Un 27 de diciembre de 2007 nace en España un nuevo medio digital. Se llama Soitu.es. Lo dirige Gumersindo Lafuente, que a cargo de la versión online del diario El Mundo había logrado colocarlo como el más leído de habla hispana. En su agenda, en el estilo y en sus secciones, Soitu rompe con lo que se venía haciendo hasta ese momento. Espacios dedicados diariamente al sexo, una sección llamada "Hartos del coche", enlaces a lo mejor de otros medios y una proporción mucho menor de noticias políticas -casi siempre tratadas con mucho rigor y originalidad y no con los típicos cables de agencia- mostraban un medio en sintonía con las nuevas audiencias, sin por eso tener que acudir a los titulos tramposos o al contenido sensacionalista. Con el tiempo Soitu gana premios y lectores.

22 meses más tarde cerró.

En su carta de despedida, Gumersindo Lafuente atribuye la decisión de no continuar a la crisis mundial y a que BBVA, el sostén financiero de Soitu, había decidido dejar de poner dinero en el sitio. En la carta, y en las numerosas repercusiones que se pueden leer en la web, hay poca autocrítica y no demasiados hacen el intento de explicar cómo un medio tan prometedor duró menos de dos años. En ese tiempo Soitu, aparte de sus enormes aciertos cometió, al menos, tres pecados:

1) Tilinguería: el "hacer todo distinto" que se planteó desde el contenido no tuvo su contraparte a la hora de replicar los peores clichés de la web 2.0. Para oponerse a la prensa tradicional, Soitu echó mano del arsenal habitual de los nuevos medios. Widgets, acortadores de URLs, red social, periodismo ciudadano y otras herramientas importadas de los gurús de la materia, sobre todo de EE.UU., pero que en la práctica tienen pocos antecedentes exitosos. Paradójicamente cuando mejor funcionó el poder de los usuarios, fue después de la muerte de Soitu, pero lo que hizo de Soitu un sitio destacable tiene que ver con haber sabido aggionar el periodismo bien hecho a los nuevos tiempos y no con que tenía un widget con los resultados de la Quiniela.

2) La pata financiera: todas las blasfemias de lectores y periodistas hacia quienes decidieron dejar de financiar el sitio obvian el hecho de que se trata de los mismos que permitieron su existencia apostando por un modelo innovador. En todo caso el error hay que buscarlo en quienes llevaron el proyecto a un solo gran inversor o le prometieron metas que no pudieron cumplir. Un sitio puede ser perfecto desde lo periodístico, pero si no contempla los números, es fallido desde su concepción. En Argentina Jorge Lanata pasó por una experiencia similar al crear su Data54, un portal de Internet también innovador, pero con gastos imposibles para los modelos que permite Internet. Los medios generalistas deberán resolver la paradoja de que el único modo de hacer periodismo de calidad es contar con grandes redacciones, pero los ingresos de este tipo de emprendimientos impiden cubrir semejantes costos.

3) La pata impresa: esta es la gran regla no dicha de todos los grandes medios que se lanzan a Internet sin contar con un equivalente en papel: no funcionan. No hablo de redes de blogs o medios de nicho, sino de medios generalistas, que se dirigen a un público amplio con las noticias del día. Aunque los sitios web siempre tienen una mayor audiencia que los diarios, radios o canales en los que se basan, sin el medio "de átomos" no hay medio digital posible. El medio “real” estaría aportando la antigüedad, la marca y el contrato de lectura y el medio virtual sumaría la audiencia gracias al fácil acceso y la gratuidad.

¿Cuáles son las razones por las que los usuarios de Internet eligen a los medios combinados por sobre los puramente digitales?

Tradición. Una década es mucho para Internet, pero muchos diarios son centenarios. Están metidos en la historia de las familias. Los lectores mayores o quienes viven fuera de su país, grandes consumidores de información, los conocen “de toda la vida” y se identifican con sus mensajes. Más que medios, son instituciones. Consultarlos en la web es simplemente cambiar de soporte para seguir accediendo al mismo contenido de siempre.

Difusión. Competir literalmente con miles de millones de páginas web demanda mecanismos agresivos para dar a conocer una dirección web. Los medios tradicionales renuevan esa oportunidad día tras día. En la portada, en sus avisos, junto a su logo, como complemento de una nota, son un “ayudamemoria subliminal” a la hora de tener en cuenta la intuitiva URL (usualmente el nombre del medio con el agregado del .com) .

Agenda. Radios y tv, pero sobre todo los diarios, siguen siendo los medios que establecen la agenda dentro del ecosistema informativo. Las fuentes siguen acudiendo a los diarios para que inicien una noticia. Internet no ha logrado todavía imponer su propia agenda, ni siquiera en EE.UU. (el caso Lewinsky y otros similares son excepcionales). La web solo lidera con verdaderos Breaking News (accidentes, atentados, resultados deportivos), pero en esos casos también se busca en la web la voz de los medios tradicionales.

Producción. Disponen de más recursos, redacciones más numerosas y calificadas y know how para generar contenido de más calidad que sus pares digitales. Se produce información para dos soportes a la vez (radio y web, tv y web, diario y web), mientras que el medio digital debe calcular sus costos únicamente basándose en el producto digital, casi siempre gratuito para los lectores.

Dispersión. Hay muchos medios digitales muy consultados. Y en muchos países, los blogs están comenzando a ser espacios de referencia. Pero la enorme oferta disponible los convierte en “nanomedios” con pequeños grupos de fieles seguidores, que en algunos casos pueden llegar a las decenas de miles, pero que están lejos de los millones de lectores que los grandes medios tienen en Internet.

Los medios como Soitu están obligando a los viejos a adaptarse a un nuevo lenguaje, a tratar nuevos temas y a moverse a una mayor velocidad para informar. Pero los viejos todavía siguen ganando la batalla de la información.

Diego Rottman

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Cinco minizonceras

(Novena entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 135 de Periodismo.com de octubre de 2009)

Están ahí, no llaman demasiado la atención, apenas molestan o directamente son ignoradas. Se trata de las minizonceras digitales. A diferencia de las otras, las zonceras mayores, errores que insultan al lector, decisiones equivocadas que afectan la navegación, fallas éticas que dañan la trayectoria de un medio, las minizonceras son pequeños desaguisados cometidos en nombre de la novedad, la apuesta rebuscada o, directamente y para decirlo en palabras de Jauretche, la tilinguería del mediopelo, en este caso del periodismo digital.

Algunos ejemplos:

– Hojear el diario en papel: muchos medios digitales ofrecen la posibilidad de consultar la versión impresa en la web. Y algunos hasta la cobran. Pero ¿cuál es el sentido de recorrer una versión contranatura si ya existe la muy práctica en HTML? Algunos dirán que es para consultar la publicidad o las secciones que no aparecen en la contraparte digital, pero ambos ejemplos podrían trasladarse al diseño para la web y ofrecerlos gratis o a un precio, en lugar de tener que hojear esas incómodas (y seguramente costosas) alternativas en Flash.

– Sobredosis de blogs: todo diario digital que se precie de moderno, tendrá una sección de blogs. Allí, las plumas destacadas encontrarán un espacio para comunicarse con sus fans (y engordar su ego). Pero estas secciones, que arrancan con mucho entusiasmo y gran cantidad de actualizaciones, terminan convirtiéndose en un pueblo fantasma. Se produce la misma tendencia que con los blogs independientes ya que la mayor parte de las veces los periodistas que los mantienen no cobran por cantidad de posts o directamente no cobran.

– Tagcloud: este concepto, que podría traducirse al español como "nube de etiquetas" lista las palabras más relevantes del contenido y cuantas más repeticiones tenga un término, en mayor tamaño aparecerá. Esta idea nunca fue entendida por el lector promedio y, lo que es peor, jamás le encontró utilidad alguna. Todavía algunos diarios digitales se jactan de tener su tagcloud.

– URLs enormes: en pos de posicionarse mejor en los buscadores, los medios digitales ofrecen direcciones interminables para cada noticia, plagadas de las mismas palabras que figuran en el título. Eso, que podría ayudarlos a destacarse en Google, atenta contra su base de lectores y el boca a boca: mandar una de esas URLs por email generalmente la termina cortando y el que la recibió tal vez no sepa como recomponerla. Son pocos los diarios que ofrecen una versión corta de la misma página para difundir.

– Mandar a Digg: para no quedarse al margen de la movida 2.0 casi todos los diarios tienen, al final de cada nota, una serie de iconitos para enviar la noticia a redes sociales como Digg, Menéame, Fresqui y otras que la mayoría del público que consulta los diarios digitales ignora. Más allá de que sería rarísimo que una noticia en español fuera promovida en Digg (un sitio donde el 99,9% del contenido destacado es en inglés) es paradójico que, por ejemplo, esos mismos diarios no tengan un ícono para mandar las noticias a Twitter o Facebook, de mayor llegada entre los usuarios y sin barreras para que una historia sea publicada.

Este es un listado acotado. Seguramente el lector avezado descubrirá muchas otras en su cotidiano padecer frente a los diarios digitales.

Diego Rottman

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El pantalón sin agujeros

(Octava entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 134 de Periodismo.com de septiembre de 2009)

Una silla con una pata rota, un pantalón sin agujeros, una comida demasiado salada… nadie elogiaría estas aberraciones. Sin embargo, la tilinguería digital se enamora de las anomalías de diseño que pueblan la web. Concursos, blogs de diseñadores, congresos, cualquier ocasión es buena para elevar trabajos que, desde el sentido común, están mal.

Jakob Nielsen, el gurú de la usabilidad, dedica cada mes su boletín a denostar a esas falsas maravillas. Desde el mediopelo 2.0 se lo acusa de conservador. Él responde que vela por el uso correcto, funcional y práctico de las herramientas de un medio pensado para un uso veloz y estandarizado. La web se ve en soportes distintos (computadora de escritorio, teléfono celular), en condiciones diferentes (resolución del monitor, velocidad de conexión) por personas con formaciones diferentes (nativos digitales y ancianos). Todos deberían poder ver bien la misma página. Y "entenderla" sin problemas.

¿Qué es "entender" una página? Cada sitio web tiene reglas internas: posicion del contenido, menús, navegación, buscador, separación de la publicidad del contenido, etc. Ingresar a una página nueva y saber cómo manejarse con todos estos elementos sin necesidad de tener que consultar la página de ayuda o del ensayo y error es entender una página. Tan sencillo como eso.

Nadie pide que el sitio de un cantante o una película sea convencional. Pero portales de información a los que se accede a diario o se llega desde Google en busca de algo específico, no pueden darse el lujo de experimentar con su audiencia. En muchas de sus conductas algunos diarios online muestran un desprecio por sus lectores que sólo puede entenderse en la predominancia de las nuevas generaciones en las redacciones virtuales y en sus departamentos de programación y diseño. Pero un periodista digital pasa al menos ocho horas frente a una pantalla, mientras que un lector promedio no tiene esa alfabetización digital: tal vez entra al ciber a revisar sus email y, de paso, chequea los titulares del día.

¿Ejemplos de esta desidia? Los banners flotantes que invaden una noticia sin permiso y que pocas veces son fáciles de cerrar (el botón está escondido, cambia de lugar o no funciona). La recarga de las páginas (refresh) que interrumpen la lectura y que, con la excusa de actualizar información, infla la cantidad de páginas vistas, incluso en la "Edición impresa" donde no habrá nada nuevo a lo largo del día. Los buscadores, que no andan, o exigen introducir cuatro o cinco parámetros, o arrojan cientos de resultados, o no aceptan un nombre mal escrito. El mal uso del multimedia, con un periodista poco telegénico balbuceando frente a la cámara las mismas palabras que podrían haber sido más eficaces en forma escrita. Los rediseños permanentes, en los que el lector debe adivinar adónde está ahora lo que ya se había acostumbrado a encontrar. Las home page caóticas, con decenas de noticias, videos y avisos y sin una jerarquía y un orden definido: ¿es muy loco pedirle a un diario que tenga ordenadas las noticias?

Por ejemplo, en Periodismo.com buscamos ese orden con cuatro columnas: la primera es un menú de navegación, redundante con un menú superior, ya que es el mapa que el usuario necesita para moverse. La segunda columna muestra las diez noticias más importantes del día, siempre con un orden definido: las nacionales arriba de todo, las internacionales un poco más abajo, las de espectáculos y sociedad luego y al final, las de deportes. La tercera columna va mostrando las noticias de último momento, ordenadas por tiempo, la más nueva más arriba. Y la última columna ofrece las Notas al Margen, respetando el mismo criterio que en la segunda columna, pero con contenido más "blando".

Es cierto, Periodismo.com no sigue ninguna moda, no muestra imágenes, los avisos no pueden confundir al lector y hasta puede tachárselo de anticuado. Pero llegará un día en que un diario digital gane un premio por tener el diseño más previsible del mundo. Tan previsible como una silla cómoda, un pantalón con agujeros y una comida deliciosa.

Diego Rottman

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Lo que la gente quiere

(Séptima entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 133 de Periodismo.com de agosto de 2009)

En los comienzos de la web los sistemas para medir audiencias eran bastante rudimentarios. Y aunque todavía no hay acuerdo a la hora de contabilizar visitantes únicos, algunos sistemas como tr.im ya son capaces de formular gráficos a medida que los usuarios hacen click en los enlaces. Twitter y Google consignan en tiempo real las tendencias de búsqueda. En Internet ya estamos en la era del rating "segundo a segundo", donde se puede radiografiar al público por las historias que consulta, de dónde viene, el tiempo que pasa leyendo, el soporte desde el que accede y otros indicadores que, cruzados, pueden ser muy poderosos.

Si a esto le sumamos los "mapas de calor", que detectan las zonas de la página en la que los usuarios fijan su atención y la facilidad con la que los lectores se comunican con el medio, vía comentarios o emails, tendremos un panorama bastante completo de qué es "lo que quiere la gente". La síntesis de estas preferencias se listan en muchos diarios online bajo el título de "las noticias más vistas del día".

Estas noticias rara vez pertenecen a las llamadas "duras". Son más bien deportivas, insólitas o relacionadas con temas sexuales. Ese listado no es tanto construido por el flujo habitual de lectores, sino por los que llegan desde los buscadores, las redes sociales o los blogs que recomiendan un enlace y agregan público extraordinario al medio.

Esta ecuación alcanza para que el mediopelo digital decrete que la agenda informativa debería basarse en este contenido y descartar las informaciones menos gancheras, como las de política, negocios o internacionales. O, si no queda más remedio que cubrirlas, elegir las más livianas, sensacionalistas o descontextualizadas de cada temática. Es la lógica de la tv, trasladada a Internet, una zoncera que cada vez gana más adeptos.

El reciente caso de la difusión de fotos del primer ministro italiano Silvio Berlusconi rodeado de chicas en su mansión en la isla de Cerdeña por parte del diario "El País" de Madrid es un buen ejemplo. Con esta exclusiva, con claro ADN voyeurístico, El País logró ganarle en visitas a su competidor directo, El Mundo. El éxito le duró dos o tres días. Pasado el impacto, volvió a sus niveles habituales de tráfico. Si este caso no hubiera tenido un costado periodístico defendible, el balance sería negativo, y es la mejor demostración de que el sexo no vende, no gana nuevos lectores y repele a los anunciantes.

Porque con contenido demagógico, títulos tramposos o enigmáticos y temas controvertidos a la fuerza los forasteros no están destinados a volver y porque el medio traiciona a sus lectores de siempre. Internet no es la tv, donde hay 5 o 100 canales que se disputan entre sí la audiencia, sino que la pelea está entre millones de competidores. Y no necesariamente los sitios con más "rating" serán los que más facturen o los que sobrevivan en el tiempo

Quienes logren mantener a su público sin traicionarse, ofreciéndole un contenido único o un modo distinto de interpretar el contenido que está en todos lados, crecerán más lento, pero pisarán sobre seguro.

Diego Rottman

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«Festina lente»

(Sexta entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 132 de Periodismo.com de julio de 2009)

Junio fue el mes de las noticias en tiempo real. El símbolo: Twitter en la tapa de Time. La nota principal se titula «Cómo Twitter cambiará nuestra forma de vida». Y se sumaron a la movida las notas que contaron cómo los usuarios de esta cada vez más popular red social se enteraron antes de la muerte de Michael Jackson o del escándalo del gobernador Mark Sanford y siguieron paso a paso la revuelta en Irán, lo que llevó a algunos a arriesgar si es Twitter el medio noticioso del siglo XXI. ¿Profecía o zoncera?

Mientras que en los diarios de papel el tiempo mínimo de una noticia sigue siendo un día (el tiempo entre una edición y otra), los diarios online reducen ese espacio a horas. Con Facebook y Twitter, donde no es necesario redactar un texto de varios párrafos, esos tiempos se pueden acotar a segundos. Como con la radio o la televisión, llegó a Internet el tiempo real para las noticias.

Esta bulimia informativa que hace que una historia reemplace pronto a la otra se corresponde con las nuevas demandas de los lectores, especialmente de las nuevas generaciones. Google Trends, que mide las tendencias de búsqueda, da cuenta del fugaz interés por la muerte de Michael Jackson, demostrando que los medios insistían con el tema cuando al público ya había dejado de interesarle.

La lucha por ser el primero y ofrecer en forma destacada las noticias de último momento es la marca distintiva de los medios digitales, que sacrifican su edición impresa -donde está el material de más calidad- a una segunda solapa y destacan lo que acaba de pasar, generalmente con estilo pobre y refritando cables de agencia. Esta movida por llegar antes termina homogeneizando a todos los medios, a diferencia de lo que sucede con la edición impresa, donde la personalidad de cada periódico es determinante. En la portada digital da lo mismo leer a uno que a otro. El fetiche por el minuto a minuto no parece ser una elección astuta.

Con el episodio de Sanford se demostró que tener primicias no necesariamente sirve para algo. A los pocos segundos su competencia las habrá reproducido. Los picos de audiencia son efímeros. Nada garantiza la fidelidad de los lectores a futuro. A veces demandan gastos extraordinarios. Y ni siquiera generan una mayor rentabilidad.

Tampoco que el sitio TMZ tuviera la primicia de la muerte de Michael Jackson cambió la ecología del consumo de noticias. Los usuarios norteamericanos prefirieron seguir la historia en medios tradicionales como LA Times o CNN, aunque demoraran más en confirmar el fallecimiento del cantante. Interpretando estos datos, Los Angeles Times afirma en su blog «a veces es más importante confirmar un hecho que ser el primero en reportarlo», una reformulación de la máxima de García Márquez: «La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor».

Y aquí es donde Twitter todavía no compite con los medios establecidos. Los periodistas profesionales seleccionan, filtran, jerarquizan y, sobre todo, chequean. Es cierto que los usuarios de Twitter fueron los primeros en informar la muerte de Michael Jackson y Farrah Fawcett. Pero también anunciaron los decesos de Jeff Goldblum, Natalie Portman y George Clooney que, al momento de escribir estas líneas, gozaban de buena salud. En palabras de Jeff Jarvis: «en esas coberturas de y por la gente estamos experimentando serios fallos de depuración. Sólo hace falta ver los cientos de tweets que surgen cada minuto y el sobreuso del la palabra ‘confirmado’ en ellos, lo que carece de sentido si no se sabe quién está haciendo esa confirmación. No hay modo de saber quién es quién, quién está ahí, quién está diciendo la verdad, quién no la está diciendo».

La prensa debe responder a las demandas de una información más veloz y efímera. Pero no debería abandonar las características por las que los lectores la elige a diario: la calidad de sus fuentes y sus periodistas, la profundidad de análisis y la cautela a la hora de informar. No pasa nada si se llega un poco después que la competencia en pos de un mejor periodismo. Festina lente, oxímoron de Augusto que se traduce como apresúrate despacio : «Id lentamente si queréis llegar antes a un trabajo bien hecho».

Diego Rottman

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Free vs. fee, un falso debate

(Quinta entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 131 de Periodismo.com de junio de 2009)

Mayo empezó con Rupert Murdoch anunciando que su empresa News Corp. estudiaría modos de arancelar sus contenidos online. Y terminó con una reunión secreta donde representantes de los principales conglomerados de medios discutieron cómo empezar a cobrar por el material que vienen ofreciendo gratis en la web desde hace ya una década y media.

El debate de "Free vs. fee" (gratis vs. pago), acerca de si cobrar o no por las versiones electrónicas de los periódicos, vuelve cíclicamente desde que, en los comienzos de la web, los diarios replicaban parte de sus ediciones de papel sin cobrar. Volvió con el cambio de siglo, con la hinchazón de la burbuja de las puntocom. Y ahora, en plena crisis global, con los ingresos publicitarios en descenso, retorna con más o menos los mismos argumentos desde los dos bandos.

Es cierto que Internet no es lo que era hace diez o quince años. Esto vale tanto para los usuarios -más duchos a la hora de conseguir contenido sin pagar-, como para los medios -con menos periodistas y a la vez más contenido producido especialmente para sus ediciones digitales-. Los lectores quieren más y mejor contenido (gratuito) y los medios necesitan más ingresos para poder diferenciarse entre sí.

Pero ninguna empresa regala algo por lo que puede cobrar. Si el modelo de suscripciones fuera más viable que el de vender publicidad, ya todos los diarios habrían arancelado sus ofertas de contenido. Pero diarios generalistas como The New York Times y El País, de Madrid, hicieron el experimento y tuvieron que volver a regalar sus producciones.

Los defensores del modelo cerrado citan los ejemplos exitosos de The Wall Street Journal y Consumer Reports. Pero no es lo mismo este contenido único, exclusivo y de referencia que el que es capaz de ofrecer un diario generalista. Nadie va a pagar por contenido que puede obtener gratis en otro lugar…

¿Por qué contenido sí pagarían los lectores? La historia de la web demuestra que los usuarios solo pagan por algo que les permita recuperar lo que invierten (información financiera, capacitación) o por privacidad (pornografía). Desafortunadamente para los diarios, las últimas medidas gubernamentales o los resultados del partido de fútbol no entran dentro de estas dos categorías.

Este falso debate, sin una resolución a la vista, debería cambiar de ángulo y partir de la base de que el contenido de los diarios impresos también es gratuito. En realidad lo que se paga con el precio de tapa es el costo del papel, la impresión y la distribución. El resto de la operatoria se financia con publicidad. Al igual que en el soporte digital, donde el precio de "la distribución" lo cobra quien brinda el acceso a Internet.

Entonces, si el contenido es incobrable, ¿dónde deberían mirar los medios para financiar su producción? A sus lectores, agrupados bajo la personalidad fuerte de esos centenarios emisores de mensajes que son los diarios, y empezar a contactarlos entre sí, como lo hacen Facebook y otras redes sociales, pero con una mejor segmentación. Lo que fueron los avisos clasificados para los diarios impresos (mezcla de publicidad y servicio) debería ser la comunidad para los nuevos medios: un espacio para contactarse con pares y referentes para obtener beneficios por los que estarían dispuestos a pagar. Al margen de las noticias, pero a partir de ellas.

Diego Rottman