Dos notas del mismo diario con un día de diferencia (click en las imágenes para leerlas):
Categoría: medios
Antes de morirte, mirá al pajarito
El último número de la revista Noticias se regodea en el necroperiodismo. Con el título "El tortuoso final de Sandro" muestra al cantante a poco de morir, en pijama, sin dientes y con sonda en la nariz. Obviamente no voy a reproducir ni linkear a la tapa.
Hace unos meses hizo exactamente lo mismo con Alfonsín ya fallecido: eligió una foto de los últimos días del ex presidente acostado en una cama y visiblemente desmejorado.
Este tipo de fotos de moribundos como argumento de ventas de revistas no fue lo suficientemente repudiado por los colegas como sí lo hacen con las cámaras ocultas, también una invasión a la intimidad, pero al menos de gente que puede defenderse.
Y aunque las discusiones deontológicas parecen pasadas de moda, sobre todo entre periodistas, hay dos argumentos prácticos que deberían disuadir a los que caen en este recurso.
Por un lado, no venden. Luis Ventura reconoció que la edición de Paparazzi que menos vendió fue la que tuvo en su tapa a Javier Portales en terapia intensiva. Los lectores parecen censurar estas elecciones extremas cuando se trata de sus ídolos.
Y por otro lado pueden traer consecuencias legales. Cuando la revista Gente puso a Ricardo Balbín desahuciado tampoco vendió mucho, pero además sufrió un juicio que terminó perdiendo. Esa tapa es una de las pocas cosas de las que Chiche Gelblung sí se arrepiente. Lo que es mucho decir.
Prolíficos
El efecto Sandro de Clarín cunde. La Nación espectáculos sigue tirando la chancleta y anteayer publicó este chisme sobre la vida disipada de un famoso en ¡su tapa!
Apenas dos días más tarde, el mismo suplemento del mismo diario publica la misma noticia en su contratapa:
A diferencia del caso Sandro, acá no hubo ninguna filtración de un material inédito, ambas noticias se publicaron. Además de ser una historia ya aparecida en varios lados al momento de salir la primera vez, a esta altura ya salió hasta en el Boletín Oficial. Más allá del error de la repetición, no se entiende entonces por qué un lugar tan destacado para una noticia que, además de incomprobable, ya está desactualizada: imaginen que entre el lunes y hoy el bueno de Warren ya se debe haber bajado a unas 185 mujeres más como mínimo.
Roberto Sánchez comparte el honor de pocas personas en el mundo de haberse muerto dos veces para los medios. El caso más conocido es el de Mark Twain, que replicó a su necrológica en el New York Journal con la frase «la noticia de mi muerte fue una exageración». Pero hay otros.
El 21 de noviembre del año pasado a Clarín se le filtró en la web un suplemento de homenaje a Sandro que tenía preparado para cuando falleciera. Nunca aclaró qué pasó. Ni siquiera dio cuenta del error. Un mes y medio después, ese suplemento llega al papel reformulado. Aquí, la versión original y la nueva, página a página (click en las imágenes para ampliarlas):
Página 1
Cambian título y copete, vuela la volanta y Menchi Sabat tiene que dibujar una segunda caricatura de Sandro.
21 de noviembre de 2009
Página 2
La nota de Mariano del Mazo hasta acá es la misma, pero se reemplazan foto, destacado, título y copete.
21 de noviembre de 2009
Página 3
Columna de la derecha igual. Las fotos se reubican (la de Charly era mejor que la de Jairo y queda desaprovechada) y reemplazan la de Olga.
21 de noviembre de 2009
Página 4
Cambian fotos (dos mejores en la versión 1), adaptan un epígrafe y modificaciones a la nota.
5 de enero de 2010
Página 5
Párrafos de la nota reescritos y otro destacado.
5 de enero de 2010
Página 6
Una foto sustituida, dos cambiadas de lugar, epígrafes retocados y nuevo título y copete.
Página 7
Dos fotos reubicadas con distintos epígrafes y dos nuevas.
Página 8
La nota y la foto de la bombacha, igual. El resto cambia.
21 de noviembre de 2009
5 de enero de 2010
Página 9
Un calco, salvo el destacado y el título del recuadro.
Página 10
Idéntico, salvo que bajan la nota y cambian los colores.
Página 11
En esta página solo cambia la fecha.
Página 12
Reemplazan la letra de la canción y tiran a la basura la caricatura de Sábat.
El diario La Nación, que gusta hacer gala de la moral y las buenas costumbres, decidió tirar todo por la borda. Como si un vaho de alcohol se hubiera posado en sus páginas, este último día de 2009 leemos con estupefacción la apertura de su suplemento de Espectáculos:
El título, de apariencia inocente, oculta una coma latente que transformaría todo el sentido de la frase:
Al dar vuelta la página, la ambigüedad es todavía mayor:
Y, como si esto fuera poco, al pie de la misma página titulan e ilustran la crítica de «Valientes» así:
Señor director: esperemos que esto sólo sea un desliz, propio de los festejos etílicos del cambio de año. Por favor, que la Sodoma y Gomorra troskoguevarista no logre someterlos. Son el único refugio que nos queda…
(Décima entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 136 de Periodismo.com de noviembre de 2009)
Un 27 de diciembre de 2007 nace en España un nuevo medio digital. Se llama Soitu.es. Lo dirige Gumersindo Lafuente, que a cargo de la versión online del diario El Mundo había logrado colocarlo como el más leído de habla hispana. En su agenda, en el estilo y en sus secciones, Soitu rompe con lo que se venía haciendo hasta ese momento. Espacios dedicados diariamente al sexo, una sección llamada "Hartos del coche", enlaces a lo mejor de otros medios y una proporción mucho menor de noticias políticas -casi siempre tratadas con mucho rigor y originalidad y no con los típicos cables de agencia- mostraban un medio en sintonía con las nuevas audiencias, sin por eso tener que acudir a los titulos tramposos o al contenido sensacionalista. Con el tiempo Soitu gana premios y lectores.
22 meses más tarde cerró.
En su carta de despedida, Gumersindo Lafuente atribuye la decisión de no continuar a la crisis mundial y a que BBVA, el sostén financiero de Soitu, había decidido dejar de poner dinero en el sitio. En la carta, y en las numerosas repercusiones que se pueden leer en la web, hay poca autocrítica y no demasiados hacen el intento de explicar cómo un medio tan prometedor duró menos de dos años. En ese tiempo Soitu, aparte de sus enormes aciertos cometió, al menos, tres pecados:
1) Tilinguería: el "hacer todo distinto" que se planteó desde el contenido no tuvo su contraparte a la hora de replicar los peores clichés de la web 2.0. Para oponerse a la prensa tradicional, Soitu echó mano del arsenal habitual de los nuevos medios. Widgets, acortadores de URLs, red social, periodismo ciudadano y otras herramientas importadas de los gurús de la materia, sobre todo de EE.UU., pero que en la práctica tienen pocos antecedentes exitosos. Paradójicamente cuando mejor funcionó el poder de los usuarios, fue después de la muerte de Soitu, pero lo que hizo de Soitu un sitio destacable tiene que ver con haber sabido aggionar el periodismo bien hecho a los nuevos tiempos y no con que tenía un widget con los resultados de la Quiniela.
2) La pata financiera: todas las blasfemias de lectores y periodistas hacia quienes decidieron dejar de financiar el sitio obvian el hecho de que se trata de los mismos que permitieron su existencia apostando por un modelo innovador. En todo caso el error hay que buscarlo en quienes llevaron el proyecto a un solo gran inversor o le prometieron metas que no pudieron cumplir. Un sitio puede ser perfecto desde lo periodístico, pero si no contempla los números, es fallido desde su concepción. En Argentina Jorge Lanata pasó por una experiencia similar al crear su Data54, un portal de Internet también innovador, pero con gastos imposibles para los modelos que permite Internet. Los medios generalistas deberán resolver la paradoja de que el único modo de hacer periodismo de calidad es contar con grandes redacciones, pero los ingresos de este tipo de emprendimientos impiden cubrir semejantes costos.
3) La pata impresa: esta es la gran regla no dicha de todos los grandes medios que se lanzan a Internet sin contar con un equivalente en papel: no funcionan. No hablo de redes de blogs o medios de nicho, sino de medios generalistas, que se dirigen a un público amplio con las noticias del día. Aunque los sitios web siempre tienen una mayor audiencia que los diarios, radios o canales en los que se basan, sin el medio "de átomos" no hay medio digital posible. El medio “real” estaría aportando la antigüedad, la marca y el contrato de lectura y el medio virtual sumaría la audiencia gracias al fácil acceso y la gratuidad.
¿Cuáles son las razones por las que los usuarios de Internet eligen a los medios combinados por sobre los puramente digitales?
Tradición. Una década es mucho para Internet, pero muchos diarios son centenarios. Están metidos en la historia de las familias. Los lectores mayores o quienes viven fuera de su país, grandes consumidores de información, los conocen “de toda la vida” y se identifican con sus mensajes. Más que medios, son instituciones. Consultarlos en la web es simplemente cambiar de soporte para seguir accediendo al mismo contenido de siempre.
Difusión. Competir literalmente con miles de millones de páginas web demanda mecanismos agresivos para dar a conocer una dirección web. Los medios tradicionales renuevan esa oportunidad día tras día. En la portada, en sus avisos, junto a su logo, como complemento de una nota, son un “ayudamemoria subliminal” a la hora de tener en cuenta la intuitiva URL (usualmente el nombre del medio con el agregado del .com) .
Agenda. Radios y tv, pero sobre todo los diarios, siguen siendo los medios que establecen la agenda dentro del ecosistema informativo. Las fuentes siguen acudiendo a los diarios para que inicien una noticia. Internet no ha logrado todavía imponer su propia agenda, ni siquiera en EE.UU. (el caso Lewinsky y otros similares son excepcionales). La web solo lidera con verdaderos Breaking News (accidentes, atentados, resultados deportivos), pero en esos casos también se busca en la web la voz de los medios tradicionales.
Producción. Disponen de más recursos, redacciones más numerosas y calificadas y know how para generar contenido de más calidad que sus pares digitales. Se produce información para dos soportes a la vez (radio y web, tv y web, diario y web), mientras que el medio digital debe calcular sus costos únicamente basándose en el producto digital, casi siempre gratuito para los lectores.
Dispersión. Hay muchos medios digitales muy consultados. Y en muchos países, los blogs están comenzando a ser espacios de referencia. Pero la enorme oferta disponible los convierte en “nanomedios” con pequeños grupos de fieles seguidores, que en algunos casos pueden llegar a las decenas de miles, pero que están lejos de los millones de lectores que los grandes medios tienen en Internet.
Los medios como Soitu están obligando a los viejos a adaptarse a un nuevo lenguaje, a tratar nuevos temas y a moverse a una mayor velocidad para informar. Pero los viejos todavía siguen ganando la batalla de la información.
Diego Rottman
(Novena entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 135 de Periodismo.com de octubre de 2009)
Están ahí, no llaman demasiado la atención, apenas molestan o directamente son ignoradas. Se trata de las minizonceras digitales. A diferencia de las otras, las zonceras mayores, errores que insultan al lector, decisiones equivocadas que afectan la navegación, fallas éticas que dañan la trayectoria de un medio, las minizonceras son pequeños desaguisados cometidos en nombre de la novedad, la apuesta rebuscada o, directamente y para decirlo en palabras de Jauretche, la tilinguería del mediopelo, en este caso del periodismo digital.
Algunos ejemplos:
– Hojear el diario en papel: muchos medios digitales ofrecen la posibilidad de consultar la versión impresa en la web. Y algunos hasta la cobran. Pero ¿cuál es el sentido de recorrer una versión contranatura si ya existe la muy práctica en HTML? Algunos dirán que es para consultar la publicidad o las secciones que no aparecen en la contraparte digital, pero ambos ejemplos podrían trasladarse al diseño para la web y ofrecerlos gratis o a un precio, en lugar de tener que hojear esas incómodas (y seguramente costosas) alternativas en Flash.
– Sobredosis de blogs: todo diario digital que se precie de moderno, tendrá una sección de blogs. Allí, las plumas destacadas encontrarán un espacio para comunicarse con sus fans (y engordar su ego). Pero estas secciones, que arrancan con mucho entusiasmo y gran cantidad de actualizaciones, terminan convirtiéndose en un pueblo fantasma. Se produce la misma tendencia que con los blogs independientes ya que la mayor parte de las veces los periodistas que los mantienen no cobran por cantidad de posts o directamente no cobran.
– Tagcloud: este concepto, que podría traducirse al español como "nube de etiquetas" lista las palabras más relevantes del contenido y cuantas más repeticiones tenga un término, en mayor tamaño aparecerá. Esta idea nunca fue entendida por el lector promedio y, lo que es peor, jamás le encontró utilidad alguna. Todavía algunos diarios digitales se jactan de tener su tagcloud.
– URLs enormes: en pos de posicionarse mejor en los buscadores, los medios digitales ofrecen direcciones interminables para cada noticia, plagadas de las mismas palabras que figuran en el título. Eso, que podría ayudarlos a destacarse en Google, atenta contra su base de lectores y el boca a boca: mandar una de esas URLs por email generalmente la termina cortando y el que la recibió tal vez no sepa como recomponerla. Son pocos los diarios que ofrecen una versión corta de la misma página para difundir.
– Mandar a Digg: para no quedarse al margen de la movida 2.0 casi todos los diarios tienen, al final de cada nota, una serie de iconitos para enviar la noticia a redes sociales como Digg, Menéame, Fresqui y otras que la mayoría del público que consulta los diarios digitales ignora. Más allá de que sería rarísimo que una noticia en español fuera promovida en Digg (un sitio donde el 99,9% del contenido destacado es en inglés) es paradójico que, por ejemplo, esos mismos diarios no tengan un ícono para mandar las noticias a Twitter o Facebook, de mayor llegada entre los usuarios y sin barreras para que una historia sea publicada.
Este es un listado acotado. Seguramente el lector avezado descubrirá muchas otras en su cotidiano padecer frente a los diarios digitales.
Diego Rottman
(Octava entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 134 de Periodismo.com de septiembre de 2009)
Una silla con una pata rota, un pantalón sin agujeros, una comida demasiado salada… nadie elogiaría estas aberraciones. Sin embargo, la tilinguería digital se enamora de las anomalías de diseño que pueblan la web. Concursos, blogs de diseñadores, congresos, cualquier ocasión es buena para elevar trabajos que, desde el sentido común, están mal.
Jakob Nielsen, el gurú de la usabilidad, dedica cada mes su boletín a denostar a esas falsas maravillas. Desde el mediopelo 2.0 se lo acusa de conservador. Él responde que vela por el uso correcto, funcional y práctico de las herramientas de un medio pensado para un uso veloz y estandarizado. La web se ve en soportes distintos (computadora de escritorio, teléfono celular), en condiciones diferentes (resolución del monitor, velocidad de conexión) por personas con formaciones diferentes (nativos digitales y ancianos). Todos deberían poder ver bien la misma página. Y "entenderla" sin problemas.
¿Qué es "entender" una página? Cada sitio web tiene reglas internas: posicion del contenido, menús, navegación, buscador, separación de la publicidad del contenido, etc. Ingresar a una página nueva y saber cómo manejarse con todos estos elementos sin necesidad de tener que consultar la página de ayuda o del ensayo y error es entender una página. Tan sencillo como eso.
Nadie pide que el sitio de un cantante o una película sea convencional. Pero portales de información a los que se accede a diario o se llega desde Google en busca de algo específico, no pueden darse el lujo de experimentar con su audiencia. En muchas de sus conductas algunos diarios online muestran un desprecio por sus lectores que sólo puede entenderse en la predominancia de las nuevas generaciones en las redacciones virtuales y en sus departamentos de programación y diseño. Pero un periodista digital pasa al menos ocho horas frente a una pantalla, mientras que un lector promedio no tiene esa alfabetización digital: tal vez entra al ciber a revisar sus email y, de paso, chequea los titulares del día.
¿Ejemplos de esta desidia? Los banners flotantes que invaden una noticia sin permiso y que pocas veces son fáciles de cerrar (el botón está escondido, cambia de lugar o no funciona). La recarga de las páginas (refresh) que interrumpen la lectura y que, con la excusa de actualizar información, infla la cantidad de páginas vistas, incluso en la "Edición impresa" donde no habrá nada nuevo a lo largo del día. Los buscadores, que no andan, o exigen introducir cuatro o cinco parámetros, o arrojan cientos de resultados, o no aceptan un nombre mal escrito. El mal uso del multimedia, con un periodista poco telegénico balbuceando frente a la cámara las mismas palabras que podrían haber sido más eficaces en forma escrita. Los rediseños permanentes, en los que el lector debe adivinar adónde está ahora lo que ya se había acostumbrado a encontrar. Las home page caóticas, con decenas de noticias, videos y avisos y sin una jerarquía y un orden definido: ¿es muy loco pedirle a un diario que tenga ordenadas las noticias?
Por ejemplo, en Periodismo.com buscamos ese orden con cuatro columnas: la primera es un menú de navegación, redundante con un menú superior, ya que es el mapa que el usuario necesita para moverse. La segunda columna muestra las diez noticias más importantes del día, siempre con un orden definido: las nacionales arriba de todo, las internacionales un poco más abajo, las de espectáculos y sociedad luego y al final, las de deportes. La tercera columna va mostrando las noticias de último momento, ordenadas por tiempo, la más nueva más arriba. Y la última columna ofrece las Notas al Margen, respetando el mismo criterio que en la segunda columna, pero con contenido más "blando".
Es cierto, Periodismo.com no sigue ninguna moda, no muestra imágenes, los avisos no pueden confundir al lector y hasta puede tachárselo de anticuado. Pero llegará un día en que un diario digital gane un premio por tener el diseño más previsible del mundo. Tan previsible como una silla cómoda, un pantalón con agujeros y una comida deliciosa.
Diego Rottman
(Séptima entrega del “Manual de zonceras digitales”, publicada en el boletín 133 de Periodismo.com de agosto de 2009)
En los comienzos de la web los sistemas para medir audiencias eran bastante rudimentarios. Y aunque todavía no hay acuerdo a la hora de contabilizar visitantes únicos, algunos sistemas como tr.im ya son capaces de formular gráficos a medida que los usuarios hacen click en los enlaces. Twitter y Google consignan en tiempo real las tendencias de búsqueda. En Internet ya estamos en la era del rating "segundo a segundo", donde se puede radiografiar al público por las historias que consulta, de dónde viene, el tiempo que pasa leyendo, el soporte desde el que accede y otros indicadores que, cruzados, pueden ser muy poderosos.
Si a esto le sumamos los "mapas de calor", que detectan las zonas de la página en la que los usuarios fijan su atención y la facilidad con la que los lectores se comunican con el medio, vía comentarios o emails, tendremos un panorama bastante completo de qué es "lo que quiere la gente". La síntesis de estas preferencias se listan en muchos diarios online bajo el título de "las noticias más vistas del día".
Estas noticias rara vez pertenecen a las llamadas "duras". Son más bien deportivas, insólitas o relacionadas con temas sexuales. Ese listado no es tanto construido por el flujo habitual de lectores, sino por los que llegan desde los buscadores, las redes sociales o los blogs que recomiendan un enlace y agregan público extraordinario al medio.
Esta ecuación alcanza para que el mediopelo digital decrete que la agenda informativa debería basarse en este contenido y descartar las informaciones menos gancheras, como las de política, negocios o internacionales. O, si no queda más remedio que cubrirlas, elegir las más livianas, sensacionalistas o descontextualizadas de cada temática. Es la lógica de la tv, trasladada a Internet, una zoncera que cada vez gana más adeptos.
El reciente caso de la difusión de fotos del primer ministro italiano Silvio Berlusconi rodeado de chicas en su mansión en la isla de Cerdeña por parte del diario "El País" de Madrid es un buen ejemplo. Con esta exclusiva, con claro ADN voyeurístico, El País logró ganarle en visitas a su competidor directo, El Mundo. El éxito le duró dos o tres días. Pasado el impacto, volvió a sus niveles habituales de tráfico. Si este caso no hubiera tenido un costado periodístico defendible, el balance sería negativo, y es la mejor demostración de que el sexo no vende, no gana nuevos lectores y repele a los anunciantes.
Porque con contenido demagógico, títulos tramposos o enigmáticos y temas controvertidos a la fuerza los forasteros no están destinados a volver y porque el medio traiciona a sus lectores de siempre. Internet no es la tv, donde hay 5 o 100 canales que se disputan entre sí la audiencia, sino que la pelea está entre millones de competidores. Y no necesariamente los sitios con más "rating" serán los que más facturen o los que sobrevivan en el tiempo
Quienes logren mantener a su público sin traicionarse, ofreciéndole un contenido único o un modo distinto de interpretar el contenido que está en todos lados, crecerán más lento, pero pisarán sobre seguro.
Diego Rottman
Jorge Guinzburg, Alejandro Dolina, Carlos Ulanovsky, Mario Mactas, Andrés Cascioli, Oskar Blotta, Carlos Trillo y Carlos Abrevaya son algunos de los personajes de la novela que escribí con Jorge Bernárdez y que se llamó primero "El Círculo Hermético", luego, en la web, "Vida de Averchenko" y, cuando fue publicada en papel, "Ni yanquis ni marxistas, humoristas".
Parte de la premisa de convertir en ficción los hechos que sucedieron entre 1971 y 1991 en la Argentina y de narrarlos a través de la óptica de las revistas de humor que aparecieron en esas dos décadas y de los que las hicieron.
El libro, inclasificable y para nada masivo, chocó con la negativa de los editores, que la festejaban pero no la veían en sus catálogos. Surgió entonces la idea de darla a conocer a través de la naciente web en el repositorio de páginas personales Geocities, en la abstrusa dirección http://www.geocities.com/SoHo/Lofts/4142/. Salió a razón de un capítulo por semana, como en los viejos folletines, convirtiéndose en la primera novela argentina publicada en Internet.
La experiencia tuvo un número interesante de lectores y repercusiones en diarios como Ámbito Financiero y La Nación. Una de las lectoras que entraba semana a semana era la periodista Viviana Gorbato que se convirtió en fan del libro virtual y logró que Editorial de Belgrano la llevara al libro.
Hoy ese libro no se consigue y hace un mes Geocities decidió borrar las 7,5 millones de páginas web que albergaba. Por eso ahora "Vida de Averchenko" puede leerse entera online en su nueva URL: http://www.vidadeaverchenko.com.ar con el mismo diseño con el que dio a conocer en 1997.
Ojalá les guste.