No solo el 17 se conmemora otro Día de la Lealtad: al otro día es, por supuesto, San Perón (nacido un 8 de octubre). Y este 27 de octubre, con la peronista Cristina reelecta en octubre, se recuerda el primer aniversario de la muerte del peronista Néstor Kirchner.
La moda peronista de este octubre no excluye a la cultura. Mientras Evita figura con dos obras en los 200 libros fundamentales de la historia argentina –pese a que jamás escribió ninguno- y La Nación da cuenta de “una explosión de las letras K”, aparece un libro dedicado a las anécdotas de Juan Domingo Perón, “Las aventuras de Perón en la Tierra” de Jorge Bernárdez y Luciano di Vito.
El libro es imprescindible para entender el Lado B del General, esa cara de la que no se ocupan los libros de Historia, pero que completa la personalidad del líder público. En la era de Twitter, adonde todos parecen tener una anécdota con Néstor Kirchner, encontrar en pleno 2011 coetáneos de Perón es una rareza. Y este libro acumula decenas de testimonios que van desde la conveniencia de tirarse pedos justo en el momento de bajar la cadena del inodoro hasta un Perón con alegría infantil a la hora de verse en filmaciones realizadas por Pino Solanas.
Al hacerlo más humano, lejos de desmitificar al ícono, el trabajo termina siendo su panegírico. Son ínfimos los lugares en los que Perón aparece retratado negativamente. Mientras leía el libro, me topé con La «guerra sucia» que divide hoy al periodismo argentino, un texto de Carlos Ares a propósito de la pelea Magdalena-Victor Hugo. Allí se lee: “El general Perón, ya de regreso de su exilio político, ‘marcó’ a la periodista Ana Guzzetti en una conferencia de prensa: ‘Tómenle los datos’, se exaltó, cuando sólo tenía que responder a lo que le preguntaban sobre si sabía de la existencia de la Triple A, una banda parapolicial. Ana fue torturada y luego clausuraron El Mundo, diario para el que trabajaba”. No encontrarán esa clase de anécdotas allí. Es más, la única crítica a Perón y el peronismo surge de un capítulo dedicado al gorilismo más rancio, en la voz caricaturizada de uno de sus representantes.
El libro es recomendable, desde la gran tapa de Demián Aiello hasta el cierre, pasando por la figuritas justicialistas o las citas peronistas, con datos revelados por primera vez sobre la sombra política de este más de medio siglo de Historia Argentina. Y aunque se proclama como un libro sobre la vída privada, sirve para entender aquellos años y cómo, pese a ser tan distintos, Perón, Menem y Kirchner tienen un mismo ADN político, composición genética que jamás podrían compartir con un Binner, un Alfonsín o un Altamira. Porque, pese a lo que decía Perón, y sirve de cita al comienzo del libro, peronistas no somos todos.