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Otra ventaja de los DVDs

Alquilé «Acción Mutante», la ópera prima de Álex de la Iglesia. Además del relato del director, fotos, el storyboard de la película y otros extras, el DVD tuvo un agregado fundamental para mí: los subtítulos en español.

Esta característica, presente en todos los DVDs, pero ausente en los videos y las proyecciones en las salas, significa para mí la gran posibilidad de ampliar mi cultura cinematográfica. ¡A partir de ahora voy a poder ver películas españolas!

Porque que haya visto films de Almodóvar, Saura o Amenábar no significa que verdaderamente los haya visto. Con suerte entendía la mitad de los diálogos. No por crípticos o demasiado elaborados, sino por falta de vocalización de sus intérpretes. Esforzándome un poco llegaba a comprender el farfulleo castizo de Grandinetti o Cecilia Roth (a Luppi no le entiendo ni en castellano).

Pero gracias a los DVDs puedo redescubrir al cine de la Madre Patria y volver a ver todas las películas que me parece que me gustaron, pero con el agregado de los subtítulos en español. ¡Y hasta se toman el trabajo de traducir los «veis», los «coño» y los «leches» al castellano!

Este es el tema principal de «Acción Mutante»:

[audio:http://www.simplenet.com.ar/mp/mpaniversario/28.mp3]

Por si no lo entendieron, acá agrego los subtítulos:

Veis, aquí estamos otra vez.
Veis, aquí estamos otra vez.
Acción, venganza, violencia, progreso.
Armados a conciencia asumimos el reto,
vengaremos a las víctimas del monte Taigeto.
Justicia ciega, justicia en braille.
Para feos y mutilados ha empezado ya el baile.
Empalamos culturistas, quemamos gimnasios.
En la sauna se cuecen: son gusanos.
Y con lámparas de escroto de ciclista
sobornamos al que tiende cuerdas de funambulista.
Somos peligrosos, somos guerrilleros.
Terroristas diletantes,
tiembla mientras puedas,
ésto no es un juego:
es ACCION MUTANTE.
Mens sana in corpore tullido.
Mens sana in corpore tullido.
Esta consigna nos mantiene siempre unidos.
Mutilación obligatoria, amputación por decreto:
queda prohibido ser un hombre entero.
Cojos, siameses, paralíticos, ciegos,
uníos a la causa, juntos venceremos.
El Capitán Silver y Zarpa de Acero
nos ven orgullosos siguiendo sus pasos
Podremos ser reyes, follar sin descanso.
Podremos ser héroes sin piernas ni manos.
Somos peligrosos, somos guerrilleros.
Terroristas diletantes,
tiembla mientras puedas,
ésto no es un juego:
es ACCION MUTANTE.
Haz como Johnny y coge el fusil.
Haz como Johnny y coge el fusil.
Mataremos guaperas con o sin ti.
Empuña las armas, vivan los muñones,
prótesis en alto, más amputaciones.
Violencia orgullosa e injustificada,
viola bailarinas, tenistas y chachas.
Engrasa tu silla, afila tu muleta,
cambia los cupones por la metralleta.
Rompe tus cadenas, ya no hay rejas,
es la hora del miedo y de la paraplejia.
Somos peligrosos, somos guerrilleros.
Terroristas diletantes,
tiembla mientras puedas,
ésto no es un juego:
es ACCION MUTANTE.

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Palabras sobre Tibor Kalman

Escrito en marzo de 2000 para el Boletín de Periodismo.com Nº 25

La Humanidad solía producir dos o tres genios por siglo. Ahora nos da media docena por mes. Los periodistas Franz Lidz y Steve Rushin partieron de esa consigna para analizar el tratamiento leve que los medios le dan a la palabra.

La revista Esquire decidió que su número de noviembre iba a estar dedicado a los genios, aquellos hombres y mujeres que «transformaron nuestra civilización», incluyendo al jugador de la NBA Allen Iverson y al brillante Leonardo (no Da Vinci, sino Di Caprio). Hoy, todos y sus perros son genios (literalmente, ya que se ha editado el libro «Caninenstein, despertando el genio en su perro»).

Para Lidz y Rushin esta inflación se ve mejor en el cine de humor. Se tomaron el trabajo de revisar la prensa norteamericana en busca de «comic genius». Así, el «comic genius» Jim Carrey (según Time Magazine) interpreta al «comic genius» Andy Kaufman (según The New Yorker) en «Man on the Moon». El protagonista y escritor de «El director chiflado» el «comic genius» Steve Martin (según The Washington Post) fue poderosamente complementado por el «comic genius» Eddie Murphy (USA Today). El ventrílocuo maligno de «Cradle Will Rock» interpretado por el «comic genius» Bill Murray (según The New York Observer) rivalizaba en los multicines con el científico maligno de «Austin Powers 2» interpretado por el «comic genius» Mike Myers (según el Chicago Sun-Times). Con tanto derroche de excelencia, ¿qué queda para cuando aparezca un verdadero genio?

Alejado de la prensa «mainstream» pocos periodistas calificarían de genio a Tibor Kalman, no por falta de méritos, sino porque nunca oyeron hablar de él. Seguramente las revistas para las que trabajan utilizan como clichés los diseños que impuso a traves de su estudio M&CO. Pero aunque diseñó desde tapas de discos hasta relojes, Tibor Kalman era mas que un diseñador gráfico. Urbanista (rediseñó Times Square), periodista (dirigió «Colors», la mejor revista del mundo), curador (Whitney Museum), pero ante todo un provocador que uso siempre su trabajo para mostrar hechos y cosas que otros no habían visto con tanta profundidad o no habían tomado tan en serio.

Nacido en Budapest en 1949 vivió casi toda su vida en Nueva York, lo que no significa que se haya quedado quieto. «Tan pronto como aprendas, muevete», solía decir y ahí está la explicación de la diversidad en su vida. «Nietzche ha escrito que una persona se mueve de A hacia B porque sabe bien que no quiere estar en A, no necesariamente porque B sea el destino deseado. Una vez que Tibor comienza a sospechar que A es un buen lugar para estar, inmediatamente tiene que irse», contó alguna vez Leonard Riggio, el primer jefe de Kalman.

Como diseñador siempre criticó a sus colegas por el divismo («El diseño grafico es un medio, no un fin. Un lenguaje, no un contenido») y por la falta de compromiso («en el diseño corporativo no hay diferencias entre un contador, un abogado y un diseñador gráfico: todos trabajan para que la corporacion se vea bien»).

En 1990 lo convoca otro provocador, Oliviero Toscani para que transforme en revista los códigos de las campañas de Benetton. Surge «Colors», donde volcaría todos sus saberes durante 13 numeros monográficos en los que cambiaría el modo de hacer periodismo hablando de temas como el sida, la religión, los viajes, el paraíso o la calle.

Humor, estética, información y denuncia son los elementos que predominan en esta revista antropológica de la cultura contemporánea, que mira donde el resto de los medios no quieren o no les interesa mirar. «El principal problema en el mundo es el racismo», declaró en un reportaje, «racismo en el sentido de que cuando mueren 10.000 personas en una inundación en México, la noticia termina en la página 17. Eso es racismo, la falta de respeto, conciencia o interés en el modo en el que viven otras culturas y lo que es importante para ellas».

La revista mantiene su esencia, pero Kalman se alejó del proyecto en el ’95, peleado con Toscani y aquejado por un linfoma que lo tuvo a mal traer hasta su muerte en Puerto Rico el 2 de mayo pasado (N de la R: de 1999).

Sus últimos días trató de pasarlos trabajando en proyectos disfrutables: «trato de aprovechar bien el tiempo. No digiero bien a los tontos, sean empleados o clientes. Los únicos tontos que padezco son mis amigos, y muchos de ellos ni siquiera son tontos, así que estoy bien».

Algunas de sus frases sirven para pintar una personalidad: «Todo es un experimento»; «Las reglas son buenas. Rómpelas»; «Los errores y los malos entendidos son el origen de ideas frescas»; «Estoy interesado en las imperfecciones, en la locura, en la excentricidad, en lo impredecible»; «Si nadie odia algo que haces, tampoco nadie lo amará».

Pero como hace la prensa cuando busca resumir en una sola etiqueta a un grupo de actores que hace reir, para Tibor Kalman las palabras no alcanzan, hay que ver sus trabajos para entenderlo. En este sentido, nadie mejor que el para explicar esa idea: su despedida de la revista Colors no tiene palabras. Lejos de irse en silencio, las 359 imagenes de ese número son el mejor ejemplo de cómo se puede decir sin usar letras. Y de cómo, muchas veces, las palabras no dicen nada.

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No le digan chivo, que se ofende

Escrito en febrero de 2000 para el Boletín de Periodismo.com Nº 24

Los que conocieron al chivo cuando era chico ya casi no lo pueden reconocer. Y no hablamos de la cría de la cabra, sino del recurso que se utiliza para mencionar, mostrar o consumir un producto comercial incorporado a un espacio periodístico o de ficción.

En sus orígenes, el chivo era algo clandestino, informal, y las agencias de publicidad no lo avalaban. Uno de los pioneros de la publicidad subliminal fue el cómico Alberto Olmedo. Su compañero Javier Portales recuerda que las menciones de marcas dentro de los sketches más que acuerdos comerciales «eran favores hacia los amigos, por ejemplo al restorán donde parábamos. O como el clásico ‘¿Me llamaban? Sa voy’ por la bodega donde nosotros solíamos comprar vinos. Lo importante era qué hacía Olmedo con ello. Me acuerdo, una vez, aparecieron unas tapas de empanadas y el Negro se deliró y empezó a tirar tapas por todos lados. En otra ocasión, trajo un colchón al sketch de Los Periodistas. Él se acuesta y de repente me dice: ‘Venga Alvarez, pruebelo’. Y terminamos acostados los dos sobre el colchón. Todo era delirante, terriblemente gracioso».

Con el tiempo, el público, al principio reticente y hasta molesto con la idea, se fue acostumbrando a los chivos hasta terminar aceptándolos. Un estudio de noviembre del ’99 realizado por la agencia Lautrec, que analizó la relacion de los argentinos con la publicidad, destacó el buen desempeño de los chivos, y agregó que «funcionan mejor los que estan más integrados al programa» (sería tema de otra nota lo que pasa o pasaría en un noticiero con esta premisa).

Lo cierto es que el chivo está cambiado. Los publicistas le dan la bienvenida, los canales tienen departamentos especialmente dedicados a este género, las productoras independientes basan su crecimiento en estos ingresos y recientemente la Asociacion Argentina de Agencias de Publicidad decidió incorporarlo en sus estadísticas oficiales. No es para menos: un diez por ciento de la inversión publicitaria nacional se destina al chivo que, con semejante ascenso social, tenía que cambiar su imagen. Ahora se llama P.N.T. o «Publicidad No Tradicional».

Y mientras aquí las agencias pagan para que se parodien sus avisos, los movileros se paran detrás de los carteles callejeros de los anunciantes o distintos personajes se embadurnan de crema humectante mientras toman cerveza, en muchos países el «product placement» es objeto de críticas, y hasta está prohibido expresamente por ley, como en Alemania.

Con el chivo muchas veces los guionistas deben escribir situaciones que favorezcan la inserción de mensajes comerciales. Pero hay otros casos donde es al revés: ¿qué pasa si el argumento de un programa demanda la mención de un producto? Otro cómico, con un estilo muy diferente del de Alberto Olmedo, tuvo ese problema. En su show, Jerry Seinfeld nombraba permanentemente marcas, totalmente integradas a la ficción (a punto tal de que algunos productos eran la base del episodio) sin cobrar un centavo. ¿Por qué lo hacía? Realismo. Los escritores de Seinfeld preferían productos verdaderos porque «en la comedia, cuanto más específico, más gracioso». A tal punto llegó el fenómeno, que muchas marcas preferían ser tratadas burlonamente antes que ser ignoradas por los cuatro personajes de la sitcom.

¿Cuál es el futuro? Basta con ver las últimas producciones hollywoodenses («Inspector Gadget» es una de las más escandalosas) para intuir la tendencia.

En Internet, en tanto, se dio un nuevo paso en la sofisticación chivera: una serie hecha especialmente para la web, llamada Hollywood Reality. En ese sitio se pueden seguir las peripecias de un grupo de atractivos adolescentes, con problemas del calibre de los personajes de «Beverly Hills 90210». El espectador mira cada semana su capítulo a través de la web y cuando ve en su monitor algo que le gusta, como los lentes o la remera del protagonista, presiona pausa, hace click en el objeto con el mouse y… ¡ya lo ha comprado! Gratificación instantánea. «Entetenimiento interactivo con comercio electrónico incorporado», define Jeff Haber, el cerebro detrás de la idea. Sus detractores dicen que destruyó definitivamente la línea que separaba al contenido de la publicidad. Él se defiende diciendo que es todo lo contrario: la publicidad desaparece del todo ya que, quien no quiera comprar nada, puede ver todo el programa sin hacer un solo click y, por lo tanto, sin ver un solo aviso.

Un consejo final para publicistas: hagan un curso de guión.

Un consejo final para escritores: estudien publicidad.

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¿Para qué sirven los críticos?

Ayer cuatro periodistas de espectáculos debatieron con Luis Majul sobre el valor de la crítica de programas de tv. Ya que estamos desempolvando viejos textos, es oportuno recordar uno que escribí para el Boletín de Periodismo.com Nº 13, de marzo de 1999.

0) La crítica cinematográfica está en el centro por varios motivos: la muerte de Gene Siskel, uno de los críticos norteamericanos mas conocidos; una nueva entrega de los Oscar, esta vez con un candidato por Argentina, y las múltiples polemicas alrededor de «La vida es bella», de Begnini son una buena excusa para hablar de un género que está demandando revisiones.

1) Jay Sherman era un crítico de cine. Tenía un programa que siempre estaba a punto de ser levantado, donde demostraba invariablemente su amor por el cine «con pretensiones» y su odio hacia todo lo que oliera a mainstream. La serie de dibujos animados «The Critic», realizada por Gracie Films, tuvo que ser levantada: para el público tenía demasiadas pretensiones y siempre prefirió al otro producto de los mismos realizadores «Los Simpsons» que, sin llegar a ser industrial, era más digerible para los telespectadores de todas las edades.

2) En los manuales clásicos de periodismo se explica la importancia de distinguir entre información y opinión. ¿Qué es una crítica de cine? No es información: hay juicios de valor y calificaciones y descalificaciones de quien firma. Pero tampoco es opinión: los diarios se cuidan bien de marcar los artículos de opinión con el rótulo «opinión». En los artículos de opinión, el diario no necesariamente tiene que coincidir con el autor. En las críticas de cine el diario parece apoyar el veredicto del crítico.

3) Se supone que un crítico nos dice si vale la pena ver una película y por qué. Pero, como con el programa de Jay Sherman, el público parece guiarse más por su instinto que por los dictados de tal o cual crítico: es claro que casi nunca existe una relación directa entre críticas y taquilla.

4) ¿Quién y por qué es crítico de cine? ¿Es crítico el que vio mucho cine? ¿El que filmó mucho cine? ¿El que sabe ver «más allá» de las películas? ¿El que entiende mejor las expectativas del lector del medio en el que escribe?

5) Si la crítica de cine es «prevención» (nos anticipa una película), ¿debemos seguir al crítico Sergio Wolf, que dijo que Titanic es «un clásico del futuro» o al crítico Quintín para quien Titanic es «correcta, entretenida y profundamente vacía»?

6) ¿A quién escuchar antes de ver una pelicula? ¿A aquel con cuyas criticas coincidí más veces después de salir del cine? ¿Al más persuasivo? ¿Al que analiza cada rubro técnico en detalle? ¿Al que evalúa la obra como un todo? ¿Al que busca valores más allá de la película? ¿Al que se centra sólo en el argumento?

7) ¿En que se diferencia un crítico de un amigo nuestro que vio la película? Es cierto que nuestro amigo no leyó el press-book, pero el crítico no nos conoce y nuestro amigo sí. Posiblemente un crítico esté harto de ver películas en las que el policia negro conoce al policia blanco y luego de odiarse durante la mitad de la película, se vuelven compinches inseparables en la otra mitad. Pero a lo mejor nuestro amigo y nosotros no vimos tantas películas de ese tipo. O a lo mejor vimos un millón y queremos ver otro millón más. El crítico le puso un 3 (dijo que era «previsible») y nuestro amigo un 9.

8) El modelo de crítica previsora que aparece en los diarios el dia del estreno de un film está quedando obsoleto. Distinto es el caso de las revistas de cine, donde las películas se analizan desde otra perspectiva y sirven más como punto de partida para un debate de ideas para después de la proyección, que como consejo prescriptivo para el espectador medio.

9) ¿Cuáles son las alternativas? Para el espectador, sugiero el modelo de Movie Critic (N. de la R.: Movie Critic no existe más, aunque hay varios sitios similares). Se trata de un sitio gratuito en el que el usuario va calificando una serie de películas. Una vez que se calificó una buena cantidad, basándose en esas elecciones (como nuestro amigo) emite recomendaciones probables para cine y video. Ofrece además la opción de «recomendaciones para dos» (combina las preferencias cinematográficas de, por ejemplo, un matrimonio). Hay que destacar que cuantas más películas se califiquen, más aproximadas serán las recomendaciones.

Para los diarios, copiar el modelo del excelente sitio de venta de videos Reel. La «crítica» se basa en tres elementos: una breve sinopsis argumental de no más de 20 palabras, una comparación con otras películas similares («si le gustó ‘La Historia Oficial’, seguramente le interesará ‘Missing'») y la «anatomía» de la película, compuesta de puntajes en catorce variables fijas, entre las que se encuentran «humor», «hollywood style», «sexo» o «profundidad dramática» (ver anatomía de «La Historia Oficial» aquí).

10) Espero ansioso el abucheo o la consagración de los críticos a estas propuestas.

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Lo que aprendí: Homero Alsina Thevenet

Esta entrevista puede leerse como una adenda a «Algunas sugerencias para periodistas modestos», que Alsina Thevenet publicara en Una enciclopedia de datos inútiles.

Mi padre fue periodista, como crítico teatral y como director del suplemento dominical de «El Día», entre 1932 y 1969, creo. Nunca puso su nombre como director y cuando le pregunté sobre el punto me dijo que la empresa (los Hnos. Batlle Pacheco) decidía lo que se publicaba o no se publicaba en el suplemento. Con lo cual, él se tiró a menos. Era mejor no figurar. Eso hoy se llama «perfil bajo». No quiso las glorias ni las culpas. Y algo aprendí de eso. Lo que importa es el producto, la cosa publicada. El autor es secundario. No tiene por qué ser anónimo aunque, en la práctica profesional, alguna vez le convenga serlo. Y en todo caso, la primera persona en los verbos es fatal. Genera la pedantería. Y no me hagan poner nombres propios, pero los tengo a mano.

En «El País Cultural» procuramos eliminar la primera persona de todo artículo. Se la mantiene en las entrevistas (es inevitable). También eliminamos los signos de interrogación (¿?), porque creemos que el lector quiere respuestas y no preguntas. No las podría contestar. Mantenemos los ¿? en las entrevistas (también es inevitable). Aspiramos a una prosa informativa, directa, que (como alguna vez pidió Tomás Eloy Martínez) tenga en cada línea un dato, en cada párrafo una idea. La información no excluye agregar ideas propias, si las hubiere. Procuramos retocar las frases muy largas, los párrafos muy largos, los paréntesis muy largos. Pensamos en el lector y especialmente en el lector de diarios que compra el Cultural, quizás sin desearlo, cuando compra «El País». En el promedio, ese lector tiene poca paciencia con la prosa difícil o elaborada, con el exceso de adjetivos y/o adverbios, con el desvío del escritor a temas laterales. Alguna vez escribí que el lector no es nuestro amigo sino un enemigo potencial, que se escapa de nuestra prosa apenas cree que entendió. Y por eso no ponemos copetes a las notas, aunque los piden todos los diagramadores. Mucho lector lee título y copete, mira la foto y sigue de largo. La cosa es atraparlo antes. Para lo cual, la nota debe tener un comienzo seductor.

Soy adversario de la diagramación moderna, que fija tamaños de antemano y «dibujitos» a rellenar. Los criterios de esa diagramación llevan a poner en 50 líneas un tema que sólo merecía 35 o, a la inversa, cortar un texto de 50 porque sólo caben 35. Lleva a títulos artificiosos («aquí me ponés 2 de 58») aunque el mejor título pueda ser otro de dos palabras. En estos días (N de la R: abril de 2002), aludiendo a los difíciles tratos de la economía argentina con el ejecutivo indio del FMI, «Página/12» tituló, sabiamente, «Sí, Bwana», donde otros habrían titulado algo así como «En el gobierno aprobarían algunas medidas propuestas por el delegado del FMI».

Las Escuelas de Periodismo están muy bien para algunas cosas, como la legislación del ramo, la pericia en máquinas de escribir y sus anexos, la solvencia en ortografía y gramática. Demasiados novicios escriben mal los nombres propios (Massachusetts, Guinness, Marilyn) y le erran a palabras del castellano (exhorbitante por exorbitante, deshechos nucleares por desechos nucleares, hilación por ilación). Si las escuelas exhortan a escribir textos bajo un profesor exigente, mejorarán coherencia y comprensión, quizás estilo. Pero si los chicos quieren además hacer periodismo, deben meterse en un diario o revista en «pasantía», aguantar humillaciones, esperar oportunidades, empezar de abajo, corregir pruebas. O sea que ningún Manual Para Andar En Bicicleta puede servir tanto como montarse en la bicicleta y caerse un par de veces. He tenido «pasantes» en «Página/12» y luego en el Cultural. Todos ellos, sin excepción, se declararon mejorados y hasta orgullosos de la experiencia. Las Escuelas de Periodismo son a la Facultad de Derecho lo que el periodista práctico es al abogado en funciones.

Internet tiene limitaciones parecidas. No llego a saber quién tira tanta información a esa pantalla y casi toda ella es útil. Pero no debe ni puede suplir a la cultura de quien consulte, así que hay que mirarla con ojo crítico. En su momento debí hacer una nota sobre la película «Titanic» y consulté Internet para saber qué otras versiones se habían hecho del naufragio de 1912. Yo tenia mi lista, desde luego. En la de Internet no apareció «A Night to Remember» (inglesa, 1958), que era una excelente recreacion del caso, y eso se debió a que Internet rastreaba bajo la palabra Titanic. Y en cambio me daba «Titanic Orgy» (literalmente Orgía Titánica) que era un film porno, ajeno al caso. Puse ese divertido punto en mi nota.

El archivo del periodista es indispensable, desde luego. Eso es cierto para el cronista deportivo, porque de pronto necesita saber cuántos goles hizo Fulano el año pasado. Agreguemos los antecedentes indispensables para quien haga política, policiales, gremiales o carreras. Y lo mejor es que cada cronista haga o supervise su archivo.

He escrito algo de cine y debo ratificar aquí que el archivo de cine es absolutamente imprescindible, y no solamente por las fichas técnicas de películas antiguas sino por artículos, de varias décadas atrás, sobre directores, productores, temas, estilos, tendencias. Quien no cumpla con ese conocimiento no estará capacitado para una buena reseña sobre «Apocalypse Now» (1979), sin hablar de lo que debería saber sobre Vietnam. El oficio me ha llevado, hace ya tiempo, a la convicción de que el cine visto desde la platea (imprescindible) no aporta todo lo que debe saberse para escribir al respecto. Detrás de la pantalla, invisibles para el novicio, quedan los productores, las adaptaciones, las deformaciones de algunas historias reales o de novelas, la censura. Quien se conforme con lo que ve desde la platea terminará con pronunciamientos personales (comedia divertida o aburrida, drama inverosímil, aventura demasiado larga) y eso sería una mala evaluación, una mala credencial para un crítico.

La critica cinematografica es hoy menos útil que antes. Me explico:
1) Entre 1950 y 1970, era posible escribir cada semana del último Kazan, Kubrick, Wyler, Cukor, Huston, Wilder, Rossellini, De Sica, Lean, Reed, Visconti, Bergman, Truffaut, Satyajit Ray o algún ignoto film húngaro, polaco, checo, yugoslavo. Teníamos cine europeo, remember. Desafío a que me muestren un repertorio parecido en las últimas dos décadas. Ha bajado el nivel y por tanto ha bajado el nivel de la crítica. Demasiados autos que explotan, demasiados chiches fotográficos de los laboratorios. Poco que decir al respecto.
2) Aun así, con el film en cartel durante más de una semana, la crítica puede servir para mucho espectador. Pero el cine ha mudado su domicilio. No puedo hacer crítica de lo que se dio en TV Cable porque ya no está en cartel, o lo estará otra vez, dentro de veinte días, a las 4 de la mañana. No puedo comentar el material de video (hay mucho y bueno) porque eso llevaría a hacer un catálogo en libro y no una reseña en diario o semanario.
3) Los diarios me confirman que poca gente lee crítica. Lo hacen al exigir notas cortas y al reducirlas a una píldora de pocas líneas, con 3 o 4 estrellitas de calificación, que son a su vez otra arbitrariedad poco didáctica.

En la película «El ciudadano» conocí a Charles Foster Kane como un magnate ruidoso, honesto en alguna cosa, tramposo en otras, pero de su periodismo supe muy poco. Seguramente era colosal para supervisar el trabajo ajeno, pero no es seguro que escribiera muy bien. Me gustó, sin embargo, que terminara la nota (contra su propia mujer) que su colega borracho no había podido completar. Me gustaría trabajar con él, pero no BAJO él.

Uno de mis principios es dejar reposar la prosa hasta el día siguiente, si se puede. Otro es evitar adverbios inútiles. Sé que hay que evitar las vaguedades, los comodines («de alguna manera», o «de algun modo», o «concretamente» o «en otras palabras»). Sé que un periodista que escribe «sin duda» ya está dudando.

(Entrevista: Diego Rottman para el Boletín de Periodismo.com Nº 51, de mayo de 2002)

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El tiempo real según Andy Warhol, Jack Bauer y Azuil2

Entre 1963 y 1968 Andy Warhol realizó más de 60 películas.

Sleep muestra durante cinco horas a John Giorno durmiendo.

En otra de sus películas, Blow Job, sólo se ve la cara de Tom Baker recibiendo sexo oral de Willard Maas. Previsiblemente es más corta: dura 35 minutos.

Dudo de que mucha gente haya visto Empire (al menos completa): ocho horas de una panorámica del Empire State Building.

Este empecinado homenaje al tiempo real en un medio que desde Eisenstein se define por la edición (y la elisión) desafía no sólo estas reglas, sino que se coloca en la frontera de la ficción/no ficción y privilegia los tiempos del proceso narrado (la verdadera acción) por sobre los tiempos del espectador.

En Chelsea Girls, de 1966, Warhol sube la apuesta: consiste en dos películas de 16mm proyectadas simultáneamente una al lado de la otra. Los proyeccionistas debían elegir cómo combinar las películas, qué banda sonora dejaban activa y cuál muda y cuándo, transformándose de algún modo en coautores de una obra mutante.

35 años más tarde, estos dos conceptos, el de tiempo real y el de proyección paralela de dos acciones, son reprocesados por Joel Surnow y Robert Cochran en la serie 24. Cada temporada son 24 episodios de una hora que representan cada hora del día en la vida del agente Jack Bauer. Paralelamente vamos siguiendo las historias de los personajes secundarios.

5 años más tarde (hace tres días) un ignoto usuario de YouTube llamado Azuil2 subió un video de casi 8 minutos llamado «Watching ’24’ while eating» («Mirando ’24’ mientras como»):

Como en un sistema de cajas chinas, nosotros miramos en tiempo real a Azuil2, que a su vez mira a Jack Bauer. Pero hay una diferencia. En las primeras películas, Warhol (paradójicamente el rey del ego) trataba de que el artificio fuera lo más invisible posible: nosotros mirando el Empire State como si estuviéramos ahí. En el otro extremo, el casi anónimo Azuil2 usa al artificio como un muro: nunca llegamos a ver 24, solamente escuchamos algunos sonidos que nos permiten inferir que él está viendo 24. Aquí Azuil2 es el verdadero protagonista.

Azuil2 podrá ser un genio o un boludo, pero seguramente este video hogareño puede ayudarnos a pensar cómo se filma hoy: algo le pasa al cine cuando el director, en lugar de ponerse tras la cámara, aparece delante de la lente y se olvida que lo que tenía que filmar era otra cosa diferente de él mismo.

No queremos que el director nos mire, queremos mirar a través de él.

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Bookmarks de Superman y Superman Regresa

El 13 se estrena «Superman Regresa», la quinta parte de la saga del superhéroe más conocido. Este es un listado de links interesantes sobre la película y el personaje, que voy a ir actualizando si aparecen cosas interesantes:

Superman

Superman en Wikipedia

Superman Año 1 Número 1

Cronolología de Superman

Libros de Superman (inglés)

Libros de Superman (español)

Superman Regresa

Superman Returns – Sitio Oficial

Superman Regresa – Sitio Oficial

Superman en Internet Movie Database

Recopilación de las críticas de la prensa de EE.UU.

Noticias sobre Superman Regresa

Poster de Superman Returns

Poster de Superman Regresa

Trailer de Superman Returns

Trailer de Superman Regresa

Escenas de Superman que usted no verá en la película (humor)

Curiosidades

40 cosas que usted no sabe sobre Superman

El guión nunca usado de Batman vs. Superman

Los 10 peores videojuegos de Superman

Superman & Seinfeld I (American Express)

Superman & Seinfeld II (American Express)

Computadoras de Superman