El número de este 25 de septiembre de la revista científica Nature tiene como nota principal la política científica de los dos candidatos más importantes en las elecciones norteamericanas. En la tapa aparecen Barack Obama y John McCain. En la contratapa, un aviso de la bioquímica Sigma-Aldrich.
Una imagen del fotógrafo David Dunlap de The New York Times tomada el jueves de la semana pasada al 7 World Trade Center que da la sensación de que es un edificio transparente.
Tenía que pasar. Como en todos los trabajos que encaró en su vida, Jorge Lanata empezó a aburrirse del sensancionalista diario «Crítica» y buscó otros rumbos.
El periodista asegura que no lucirá conchero (¡hasta ahora ningún hombre lo hizo!) y pretende hacer editoriales que hablen de la desnutrición, la vida de Belgrano o los terrenos de los Kirchner en el Sur. Permítannos dudarlo. Cuando mire desde el escenario las caras de depresión del público que fue a ver al culo de la Capristo y a que lo hagan reír un rato, ira poco a poco agregando chistes hasta engolosinarse con las carcajadas del auditorio. Para noviembre tendremos un monólogo humorístico testeado y eficaz. Y en la temporada en Mar del Plata (si todavía no se aburrió) bailará y cantará a lo Tato Bores.
El debate que se viene es ¿está bien o está mal que Lanata, uno de los periodistas más creíbles de Argentina, actúe en un teatro de revistas? Victor Hugo Morales o Joaquín Morales Solá nunca incursionarían en algo así. Por eso, desde este espacio apoyamos con entusiasmo este nuevo emprendimiento. En una profesión donde la cara de ojete es el principal valor que hace a un periodista creíble, Lanata va a ser la muestra de que posar serio no equivale a tomar la profesión con seriedad. Y como en otras ocasiones, sin pretenderlo, volverá a darnos una lección de libertad.
Antes de apurarnos a llenar la pala con tierra, esperemos. TP va a volver con otro nombre o atomizada, la próxima semana o en varios años. Cuando este silencio perplejo se rinda ante nuevas palabras que nos representen.
Mi mayor expectativa como lector es que mantengan el nivel de la primera etapa y que no caigan en la abulia del superado, como parece intuirse en el primer daily. Si quieren hablar de política, hablen. Y si no, hay muy buenos programas en HBO para comentar.
Hablando de Banchero. ¿Cómo se le dice al final de la porción de la pizza, el opuesto a la punta? El otro día escuché que alguien le decía «tronquito» (¿?).
A propósito del post de este blog sobre la muerte de Neustadt, nos escribió Pablo Sirvén, a quien acusábamos de haber refritado la entrada de Wikipedia para su obituario de Bernie en La Nación. Dice Sirvén:
sólo para aclarar que quien «calca» la necrológica de Bernardo Neustadt, intercalando otras cosas, no soy yo, sino Wikipedia, que tras la publicación de mi artículo en La Nación, incorpora varios párrafos del mismo al suyo sobre el periodista fallecido.
Ruego se rectifique lo que se dice en su sitio en honor a la verdad
Pablo Sapia dibuja desde el inicio las viñetas de nuestras Noticias Locas. Desde hace algunos meses se lo puede disfrutar también en la tira que hace para el diario Perfil con Demetrio López. El diario no la reproduce en la versión online, pero puede leerse en el blog A la kama con K:
¿Le interesa mejorar la productividad de su hueveo en el trabajo? ¿Quiere seguir navegando por esas páginas con fotos de modelos o videos de monos cantores pero teme que el jefe descubra que la empresa está pagándole a alguien para divertirse? Tenemos la solución a su problema.
Panic es un agregado para Firefox que le permitirá navegar cualquier sitio hasta que escuche los pasos de su superior acercándose. Ahí deberá presionar rápido dos teclas predefinidas. Acto seguido, se cerrarán todas las pestañas del navegador con mujeres a medio vestir y se abrirá una página respetable, por usted programada previamente, todo en un segundo.
NOTA: Esta extensión puede entrar en conflicto con algunas extensiones ya instaladas, que podrían no funcionar. En ese caso, deshabilite las otras extensiones o desinstale esta.
Primero aparecieron los mediáticos puros. Inútiles de diverso origen que se valen del escándalo, parentescos o alguna extravagancia para triunfar en los medios. El objetivo de hacerse famoso no repara en las vías para conseguirlo. Celebridades con llama que dura lo que un fósforo o, si tienen el ingenio para reincidir, lo que una caja de fósforos, son material descartable de la peor estofa que alimenta barato la tele de cada día.
Después fue la hora del periodista mediático. «La información es aburrida», es su credo. Cocinero inseguro de sus artes, decora el plato con la fe de enriquecer así sus sabores. Con una manzana en la mano, una escenografía o un disfraz apuesta a que si no interesa lo que dice al menos sea capaz de entretener. A diferencia de los mediáticos puros, se engaña a sí mismo y a sus seguidores, su frivolidad es peor. Pero de este modo se han construido largas y hasta prestigiosas carreras.
El tercero en llegar fue el documentalista mediático. Contra la definición de su trabajo, resignó su papel de observador y cruzó frente a la cámara para transformarse en protagonista. Se documenta a sí mismo demostrando su hipótesis, con lo que transforma al género en una verdad de perogrullo. Con la misma bandera que los otros mediáticos, su principal batalla es contra el tedio. La edición hace el resto: elimina lo que no seduce y muta sus acciones en actos heroicos.
Y ahora, el último bastión ha sido conquistado. Le llegó la hora al intelectual. El intelectual, que confía en la palabra como herramienta y en el argumento como construcción. El intelectual, que antepone la idea, que privilegia el pensamiento y hasta desprecia su banalización. El intelectual, que se sabe liberado del humor del rating para pensar. Ahora la pantalla también conquistó al intelectual. El nuevo intelectual mediático tiene su borrador en el lúcido Christopher Hitchens, que decidió alimentar a las audiencias con un show morboso. Se sometió a una prueba de «asfixia simulada» como la que practica la CIA para comprobar si es un método de tortura o, apenas, un sistema de interrogatorio extremo. Su hipótesis era esta última y, después de poner su cuerpo en la experiencia, admitió haber sido torturado.
La prueba tiene los mismos rasgos mediáticos que su variantes light: el subrayado de la primera persona, el entretenimiento, la falta de contexto y de motivos, la subordinación a la imagen. Pero empeorado, otra vez, porque elige un tema sensible como la tortura, lo frivoliza y lo subjetiviza. Así, el waterboarding no es «un modo de tortura», es tortura «para Hitchens». Alguien podría repetir su experiencia y sostener lo contrario. Este modelo de fundamentación in situ podría extenderse a la esclavitud o la pedofilia.
El mayor problema de que demostrar sea equivalente a mostrar es que se apela al teleespectador pretendiendo convecer al ciudadano. En el corazón de esa falacia está la verdadera perversión del intelectual más que en su vanidad o su ligereza.
Los grandes bajadores de la web pueden festejar. El gran baúl multimedia que es Rapidshare eliminó los captchas (últimamente unos gatitos pedorros con letras infames) y la demora entre descarga y descarga: ahora solo hay que esperar unos 40 segundos para volver a bajar otro archivo.
¿Afectará esto su base de usuarios pagos? Para no perder la fuente de sus ingresos, aseguran que bajará la velocidad de bajada de los que no paguen y lanzaron una promoción de tres días por 4,5 euros y otras ventajas para los usuarios premium.
Pero lo más probable es que con el tiempo terminen poblando la página de publicidad, sino volviendo a sistemas más restrictivos, sobre todo si se generalizan las descargas automátizadas con programas tipo RapGet.