La televisión suele admitir cada tanto programas ácidos o críticos. Con el tiempo, esos ciclos y sus conductores se van adocenando. Pasó con Jorge Guinzburg, que mutó de enano maldito en «La noticia rebelde» a entevistador de participantes de Bailando por un sueño en «Mañanas informales». Pasó con RSM, con un Tortonese sin red a este show actual, una especie de «Hola Susana» de cabotaje. Pasó con Pergolini, con el viejo Indomables, con los Korol, con Fabio Alberti. Pasar a un canal grande, tener auspiciantes de peso o hacerse amigo de los que antes se criticaba convierte a estos ousiders en parte del sistema.
Bendita tv todavía no cambió de categoría. En el paria de los canales de televisión abierta, Beto Casella y sus panelistas sobreviven con dignidad a los enlatados que lo rodean: con un programa mejor que RSM, todos los días lo derrotan en el rating.
Las notas de lo que pasa en la tv del día son escogidas con buen ojo y sin diplomacia. No abusan de la tinellidependencia. No se atan a repetir los momentos de mayor rating del día, encuentran perlitas en el cable y construyen ideas a partir de fragmentos dispersos.
Critican hasta a sus propios panelistas, sin canchererar y con gracia. Los playmobils, ya un ícono del programa, son un acierto de bajo presupuesto.
Aunque todavía poco valorado por el medio, Beto Casella es uno de los mejores conductores de la tele: conoce más de 500 palabras y las usa, es gracioso pero medido, no grita, opina con solvencia y no le importa pelearse con sus colegas.
Los panelistas también son acertados. Capaces de tener una opinión de cualquier cosa y de discutir con convicción sobre el mediático del día. Igual, se extraña a Fabián Doman, sin un reemplazo fijo desde que se fue.
Bendita tv tuvo dos desaciertos. Uno en el verano, cuando cambiaron la estructura del programa e incorporaron invitados en el piso. Y otra hace poco, con las soporíferas historias sobrenaturales de famosos, que quizás midieran bien, pero que poco tenían que ver con la idea de un noticiero de la tv irónico que busca ser el programa.
Tal vez en un tiempo el programa deje de ser lo que es ahora. Mientras tanto, conviene mirarlo a diario, aunque más no sea para escuchar al gran Urdapilleta al final de algunas notas decir: «Apaguen el televisor y suicídense».