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Creado con el generador de avatares de Los Simpson
Con motivo del estreno mundial de la película, cientos de medios en español hablan de «Los Simpsons», cuando en realidad se debería hablar de «Los Simpson», ya que en nuestro idioma los apellidos no tienen plural: se dice «Los Campanelli» y no los «Los Campanellis», «Los Pérez García» y no «Los Pérez Garcías», «Los Soprano» y no «Los Sopranos»…
¿En qué se parecen Roberto Fontanarrosa y Jerry Seinfeld? Humoristas los dos, fánaticos de su ciudad ambos. Y no mucho más.
Cuando se piensa en alguien dedicado a hacer reír, se piensa en la repentización, el chiste a flor de piel. Pero ellos comparten métodos de trabajo constantes y sistemáticos.
«He encontrado una forma que me viene bien. Voy anotando ideas que me parecen factibles. No mucho, la idea básica y después alguna otra cosa… las guardo, hasta llegar más o menos a 25, una cantidad caprichosa. Entonces vuelvo al primero, y con la distancia, los errores saltan muy rápido, como si lo hubiera escrito otro. Ahí hago una primera versión, y así con todos. De cualquier modo, y esto no cambió desde que trabajaba en publicidad, de pibe, lo mío es producir mucho con poco refinamiento.»
Dice Brad Isaac que le dijo Seinfeld:
«Tenía que preguntarle a Seinfeld si tenía algún tip para un joven comediante… Dijo que la mejor manera de ser un buen comediante, era crear mejores chistes, y la mejor manera de crear mejores chistes, era escribir todos los días.»
En varias notas Fontanarrosa contó que trabaja en su estudio todos los días, solo, durante 7 u 8 horas.
Y Seinfeld es todavía más extremo, tiene un «método de productividad», revelado en palabras de Isaac:
«Me dijo que consiguiera un calendario de pared grande que tuviese todo el año en una página, y que lo colgara en una pared prominente. El próximo paso, era conseguir un marcador rojo grande.
Dijo que, para cada día que escribiese, pusiera una gran X sobre ese día. ‘Después de algunos días, tendrás una cadena. Simplemente mantente marcando X, y la cadena se hará mas larga cada día. Te gustará ver la cadena, especialmente cuando hayamos acumulado algunas semanas con ella. Tu único trabajo, es no romper la cadena’.
‘NO rompas la cadena’, repitió enfáticamente. [..]
Saltearse un día hace que saltearse el siguiente sea más fácil.
[..] Seinfeld entiende que la acción diaria da mejores beneficios que estar sentado y tratar de terminar 1000 bromas todos los días.»
¿Y el ocio? El personaje de Seinfeld en la sitcom trabajaba poco, pero sus colegas lo definen como un «workaholic extremo». Claro que si uno pasa las dos centenas de millones de dólares puede hacerse tiempo para darse algunos gustos .
Sobre este tema el «método Fontanarrosa» es claro: reivindica el «ocio no creativo»:
«Dejame de romper las bolas con el ocio creativo. Yo defiendo mucho el tiempo al pedo, tanto como el del laburo. Aún intento jugar al fútbol, soy una cosa patética, pero el hecho de hacer un juego, lo que sea, hace que ese tiempo no estés pensando en el trabajo. Yo necesito algo que me limpie la cabeza. Habitualmente trabajo siete horas y media, termino a eso de las seis. Ahí caigo en el bar y estoy una hora y media boludeando con los amigos.»
«Yo no soy un gran contador de chistes, pero aprendí oyendo, por ejemplo a Landriscina, esto de no jugarse al remate final de Inodoro; mucho antes de terminar ya va agregando pequeñas cosas graciosas… Pero no hay esquemas infalibles. Ahora, esto de la construcción de las palabras, yo a veces tengo la impresión de que entré torcido en un frase. Entré incomodo y tengo que esperar y repetírmela. Es como dicen, que los melones se van acomodando en el carro solos. Tengo un cuento en el que dice ‘el pelotudo de Góngora’. Yo jamás lo leí al pobre Góngora. Me acordaba de él, y necesitaba un nombre esdrújulo. Es caprichoso qué efecto va a tener el humor; laburando para Les Luthiers nos decimos muchas veces: ‘este chiste va a reventar el teatro’ y no pasa nada. Lo cambiamos de lugar, y por ahí anda, o a los dos meses lo sacaron, porque no hay caso. El teatro mismo es un misterio; los críticos hablan del público de cada función como si fuera una sola persona; que éste funciono y aquel otro no.» (Roberto Fontanarrosa)
XX ya había estado nominada en «Gran Hermano Famosos», Clarín fue el único medio que nos lo contó en su momento. Pero ahora XX tuvo su reivindicación: solo Clarín vuelve a contarnos que ayer resultó ganadora de «El circo de las estrellas». ¡Felicitaciones XX, persevera y triunfarás!
Avisos publicados en los últimos días que no pasan inadvertidos:
«¿Y si te hubiera pasado a vos?», pregunta desde un jabón la organización Stop Prisoner Rape, contra las violaciones en las cárceles.
En una línea similar, la serie «No hagas a los otros lo que no te gustaria que te hagan a tí»
Sisley, o cuando se cruza la línea de la metáfora
«Reino Argentino», Reino Unido y Argentina unidos por un servicio de roaming
Dice la Coalición contra el Tráfico de Personas de Florida: «Si esto fuera así de obvio no necesitaríamos de su ayuda». En el cartel de neón, una nena desnuda con su osito de peluche.
«Hábleme en copete» (Julio Ramos)
Si un negocio hace que la gente se vaya con la billetera vacía, es un negocio del que vale la pena formar parte. O al menos entenderlo. Con esta premisa WiseCamel elaboró 10 tips de marketing y ventas que se pueden aprender de las strippers:
1- Dan valor a cambio de nada: la desnudista se acercará y hará algo para aumentar su nivel de excitación. Para esto usted no tiene que hacer nada. Pero le dará una muestra de sus servicios y, si son buenos, aumentarán sus probabilidades de adquirirlos. Lo mismo sucede con las bailarinas del escenario.
2- Entienden a sus clientes: las strippers conocen a sus clientes haciéndoles preguntas. Esto les permite desarrollar su perfil y ajustar el discurso de ventas.
3- Ajustan el discurso de ventas: las strippers prueban diferentes discursos para diferentes personas basadas en lo que ellas piensan que el cliente está buscando. Este discurso es lo que convierte al cliente potencial en comprador.
4- Se aseguran de estar vendiendo un buen producto/servicio: ellas saben que tienen que tener un buen producto. No alcanza con ser buena vendedora si lo que se está vendiendo es malo.
5- Ofrecen un buen servicio de atención al cliente: ellas se asegurarán de que el cliente quede feliz, así comprará productos adicionales y repetirá la experiencia.
6- Sobrevenden: además del «servicio básico», las strippers ofrecen otros servicios adicionales, tragos o un «upgrade» de sus servicios. Sin embargo, sin la primera venta, no hubieran conseguido las otras. Lo más difícil es enganchar al cliente. Después, se le puede vender tanto como se quiera.
7- Usan técnicas de cierre: ellas emplearán una serie de estrategias para apurarlo a cerrar la transacción. Las más usuales son el «cierre por elogio» (lo piropearán) o el «cierre por camaradería» (instarán a sus amigos a que lo impulsen a usted a cerrar).
8- Definen su target: las strippers se enfocan en individuos interesados en su servicio. Ellas saben a quién encarar dentro de un grupo o cuáles son los grupos más gastadores.
9- Son persistentes: aunque están preparadas para los rechazos, saben que cuantas más personas encaren, tienen más probabilidades de conseguir un sí.
10- Desarrollan una marca: ninguna stripper se llama Palmira, Eduviges o Ramona. En cambio, para el cliente será un placer hacer negocios con Wanda, Floppi o Bárbara.
El Día del Amigo pasado preguntaba si los amigos virtuales son amigos. Esta vez, leyendo en blogs y diarios (supongo que pasará algo similar en la radio y la tele) el modo en el que todos recuerdan a Fontanarrosa me pregunto si uno puede considerar amigo a un famoso, a alguien a quien nunca se conoció más allá de su obra o de los medios.
Elogiar a un muerto es natural. Pero Roberto Fontanarrosa está en la categoría de «los incuestionables», esos pocos personajes públicos de los que nunca nadie habló mal, ni como persona ni como profesional. Pero, a pesar de eso, el sentimiento no era respeto, sino cariño.
Cuando un chiste descubre lo que pensábamos (pero ignorábamos) y encima nos hace reir o sonreír; cuando leemos un cuento que transcurre en un bar y nos sentimos parte de esa mesa de amigos y hasta queremos opinar; cuando un libro parece hablado más que escrito, y necesitamos leerlo en voz alta a otro amigo… del otro lado tiene que haber algo más que un escritor o un dibujante.
Por eso, si solo nos cruzamos con él en esos segundos que le regalaba a cada lector en la cola de la Feria del Libro mientras dibujaba a Mendieta, ¿por qué nos pone tan tristes su muerte?
«El origen de los chistes orales generalmente es un misterio, nadie sabe de dónde salen. A mí me cuentan chistes míos sin saber que son míos. Una vez, estando en la cancha, escuché que un muchacho le contaba a su amigo un chiste que yo había hecho como si fuera una anécdota real. Ese tipo de situaciones me hacen gracia.»
(Roberto Fontanarrosa)