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De vuelta al cole con onda

Empiezan las clases y, para hacer honor a la ocasión, Malas Palabras aporta una serie de productos recomendados para agregar a la mochila y hacer que el regreso a la escuela valga la pena. ¡Pedíselos a tu papá!

Golosinas repugnantes

¿Van a llevar los mismos chicles, caramelos o alfajores que el año pasado? Hay golosinas más originales. El sitio Candy Addict seleccionó las diez golosinas más asquerosas, entre las que hay gusanos, moco, inodoritos, cucarachas, excrementos, pastillas de vómito e insectos. Desde aquí recomendamos la cera de oreja:

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Cuesta 2,45 dólares y se compra acá (incluye el palito).

Calculadora ecológica

Los poco dotados para las matemáticas pueden adquirir acá por apenas dos dólares esta calculadora que no daña el medio ambiente porque no usa pilas:

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Ideal para los maestros que prohíben contar con los dedos de las manos. Para cálculos más complejos se recomienda comprar varias, aunque seguramente no podrán calcular cuánto tienen que pagar.

Ruletita rusa

Para los infantes hartos de los Power Rangers y las figuritas, llegó esta ruleta rusa para entretenerse en los recreos:

Ruleta rusa

Cada jugador mete un dedo en el agujerito y presiona el botón de Start. Las lucecitas empiezan a girar hasta que se detienen al azar en uno de los participantes, que recibe un shock eléctrico y queda eliminado. ¡Qué divinos los nenes, mirá que entretenidos que se los ve! Cuesta 14,99 dólares (más el costo de la internación en el sanatorio).

«El perro se comió mi tarea»

Otro producto desagradable, pero imprescindible para darle veracidad a la excusa más vieja de la historia de la educación después de «estudié pero no me acuerdo». Para demostrar que, de verdad, el perro se comió nuestra tarea y por eso no pudimos entregarla, qué mejor que llevar el trabajo luego de que el aparato digestivo de nuestra supuesta mascota lo hubiera procesado. «Seño, usted quería la tarea, acá la tiene»:

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En venta aquí por US$4,87.

Que no queden huellas

¿Qué hacer con un machete una vez que fue usado? Nada de tirarlo en el tacho de basura o quedarse con la evidencia en un bolsillo. Por suerte existen estos destruye machetes que permiten que no queden pruebas de la trampa:

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Se coloca el papel por arriba y se gira la palanquita. El simpático osito panda se encargará de reducir el machete a tiritas ilegibles. Además, para tener una coartada que justifique que tengan el adminículo en la cartuchera, funciona como sacapuntas.

Se consigue en varios modelos. Todos cuestan 11,99 dólares.

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Mesa de saldos XIII

Ideas y links que no llegaron a post (Edición música bizarra)

Borocotó

La música bizarra está de moda en la Red. Y si es Argentina, mejor. En este conocido blog especializado se pide información sobre el tema («I Need the Bizarro Argentianian music, please…»). Hay varios blogs como Discos Bizarros Argentinos, Viejitos chotos o Lo pior de la red, dedicados al tema. Los discos argentinos más berretas se venden a buen precio en los sitios de remates. Y por la cumbre de la música bizarra local, el disco «Argentina es nuestro hogar», el «We are the world» argentino, se está pidiendo ¡434 dólares!. A buscar en la casa de los papis o abuelos esos vinilos arrumbados…

[audio:http://www.simplenet.com.ar/mp/aenh.mp3]

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¿Cuál es la música del sexo? Hugh Hefner, el fundador de Playboy, prefiere a Bill Evans, Mel Torme y Dinah Washington.

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Menos refinada es esta recopilación de bandas de sonido de películas porno de los ’70.

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En la misma senda, un grupo de músicos alternativos decidió componer temas con la estética musical de las películas XXX. El resultado son dos trabajos llamados «Wakka Chikka Wakka Chikka». El volumen 1 puede bajarse acá y el volumen 2, acá. Como muestra, este tema de Maquina de Atender Telefone: «Give me anal pleasure please»:

[audio:http://www.archive.org/download/csr049/csr049_wcwc_11-maquina-de-atender-telefone_give-me-anal-pleasure-please.mp3]

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Sabía que existen canciones para pasar una tarde lluviosa, para dormir bebés o para reír. Pero esta semana me enteré de cuáles son las canciones para torturar. La periodista de Mother Jones Justine Sharrock relevó testimonios de soldados y detenidos, documentos de interrogatorios y reportes informativos y construyó esta lista de 24 canciones usadas para sesiones de tortura por norteamericanos, que mezcla heavy metal, rap, canciones patrióticas, publicidades y hasta el tema de Plaza Sésamo:


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Aunque ya circuló por varios blogs, no puede omitirse de esta selección el tema compuesto con los sonidos de Windows:

Ni su contraparte, donde los instrumentos son únicamente sonidos de Mac OS:

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¿Qué disco se merece el premio al más bizarro? Hay muchos, pero desde aquí propongo que el cetro se lo lleve uno de 1983, Beatle Barkers, que son covers de los Beatles cantados por perros.

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Alguna vez difundimos en este blog la versión de este grupo de «Can’t buy me love». Hoy es el turno de «Ob-La-Di Ob-La-Da», con la participación de varios animales invitados:

[audio:http://www.simplenet.com.ar/mp/obod.mp3]

Quienes quieran disfrutar este concierto de ladridos completo, pueden hacerlo acá.

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Consejos para bulímicos culturales: internet

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Para cerrar esta serie, nos queda sólo Internet. Dejo al cine y al teatro afuera porque la oferta no es tan abrumadora como en los otros casos. Y a la radio, porque son pocos los que hacen zapping como en la tele, el oyente es más fiel a su emisora.

Digámoslo de una vez: lograr una selección eficaz de lo mejor de internet es imposible. Medios digitales, versiones digitales de medios de papel y blogs; pero también radios online, podcasts y videítos; y además chats, emails, foros, grupos y listas de discusión. ¿Quién puede lidiar con todo?

Paso conectado muchas horas al día y después de varios años tengo algunos trucos y herramientas para filtrar contenido. Por eso cada vez proceso más material en menos tiempo, pero aún así paso cada vez más tiempo revisando cosas que valen la pena.

Habiendo aclarado que se trata de un problema sin solución, sugiero diez ideas que me sirven para no caer en la infoxicación:

1- Desenchufarse: la primera regla sería reducir al máximo posible el Coeficiente de Vida Virtual. Cuanto menos tiempo tengamos para estar conectados, lo administraremos de modo más inteligente. En mi caso no tengo notebook, handheld (ni siquiera una miserable calculadora científica) para navegar «en tránsito», pero tampoco una PC en mi casa.

2- Organizar los emails: en mi caso los emails comen un tiempo enorme. Un buen filtro antispam y desuscribirse de todas las listas que jamas leeremos son dos medidas sanitarias indispensables. Otro truco es setear la bajada de emails cada 30 minutos: así no estaremos cortando lo que estamos haciendo a cada rato para ver qué email nuevo recibimos. Por último, armar reglas de mensajes para que los emails se vayan almacenando en distintas carpetas según su urgencia de lectura, de modo que queden solo en la Bandeja de Entrada aquellos que exigen una atención inmediata.

3- Buscadores: no solo recibimos contenido, también a menudo tenemos que ir a buscarlo. Aprovechar los buscadores al máximo puede ahorrar mucho tiempo de navegación inútil.

4- Alertas: un modo de recibir exclusivamente información sobre un tema específico es setear alertas. Google, Yahoo, sitios como GoogleAlert y medios como La Nación ofrecen este servicio gratuito que envía a nuestra casilla de email todo el contenido que responda a una palabra clave.

5- Bookmarks de rutina: hay unos veinte sitios que sí o sí tengo que visitar cada día. Forman parte de una carpeta de favoritos que tengo en la barra de marcadores de Firefox. Los días que tengo poco tiempo, despliego esa carpeta y selecciono la opción «abrir en pestañas». Así, gracias al Tab Mix Plus, puedo limitarme a recorrer sólo esa veintena de páginas en apenas unos minutos.

6- Patear la pelota: postergar la lectura de ese post tan largo como interesante (como éste por ejemplo) es un clásico del bulímico cultural. Instapaper y Furl son dos herramientas para archivar estas lecturas para «cuando tengamos tiempo» (es decir, nunca).

7- Gatekeepers: encontrar un filtro humano que coincida con nuestros gustos de consumo cultural puede ser una bendición para ahorrar tiempo. Consultar blogs que nos indiquen lecturas interesantes o videos que valgan la pena es un atajo para la navegación cotidiana. Si no fuera yo el que las selecciona (junto con mi hermano Esteban), visitaría a diario las Notas al Margen de Periodismo.com. Los bookmarks sociales como Digg, Meneame o copada, el flamante clon argentino, en mi caso terminan significando más una pérdida que un ahorro de tiempo.

8- Lector de blogs: hace un tiempo deje de usar Netvibes como lector de blogs y me pasé a FeedDemon, un programa gratuito para Windows. Es muy útil y tiene muchas prestaciones que no tienen los lectores online, como marcarnos los blogs que leemos más y los que leemos menos, los temas más populares de los blogs a los que estamos suscriptos, los blogs que no se actualizan por un período determinado, creación de alertas y archivado de recortes. Además tiene un buen buscador interno.

9- Perder tiempo para ganar tiempo: a veces leer artículos sobre como administrar mejor el tiempo puede ser una inversión más que un gasto de tiempo. Acá hay un buen ejemplo (en inglés).

10- Resetear: finalmente, cuando estemos demasiado abrumados por lo que nos queda por leer, podemos acudir a otra función útil de FeedDemon, el «Panic button»:

panicbutton.png

Dice: «Usted tiene 749 ítem sin leer – Esto no es el email – Usted no tiene que leer todo. A lo mejor es tiempo de apretar el botón de pánico y dejar que FeedDemon marque por usted los ítem como leídos». Porque a veces tener mucho para leer es igual a no poder leer nada, presiono este botón más veces de las que quisiera. Pero es útil para empezar de cero.

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Consejos para bulímicos culturales: música

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Al final se vendió la mayor colección de música del mundo. El comprador terminó pagando 3.002.150 dólares, apenas 2.150 dólares más que lo que pedía Paul Mawhinney, su vendedor, por estas seis millones de canciones distribuidas entre tres millones de discos de vinilo y 300.000 discos compactos. Y aunque parece que el ganador es fraudulento, hay otros cinco ofertantes en carrera.

Quien finalmente adquiera este material tiene, a tres minutos promedio por tema, 300.000 horas, o sea 12.500 días, o sea 34 años ininterrumpidos para escuchar canciones sin repetir ninguna ni una sola vez.

El resto de nosotros, deberemos encontrar estrategias para poner escuchar toda la música que querramos invirtiendo menos tiempo. Y menos dinero.

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Tom Schnabel es el conductor del excelente programa de radio Cafe LA. En esta audición semanal puede escucharse desde Boris Vian cantando «el primer rock francés» hasta Kevin Johansen pasando por las últimas novedades del indie yanqui.

Schnabel recibe entre 20 y 40 discos cada semana, que debe escuchar para su trabajo. ¿Cómo hace para seleccionarlos?. Primero mira el arte de tapa en busca de signos que justifiquen abrirlo. Si pasa esta primera barrera, suele escuchar los primeros 30 a 60 segundos de los primeros cinco o seis temas. Los preseleccionados se dividen en dos pilas: aquellos CDs de los que ama al sello, al artista, etc. se los lleva a su casa y los escucha más en detalle en su equipo particular. Al resto los deja en su oficina y los escucha con fast forward.

Así Schnabel llega a los finalistas, que formarán parte del Cafe LA de cada domingo. ¿El resultado? Júzguenlo ustedes mismos:

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Consejos para bulímicos culturales: libros

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Separar qué libros leer y cuáles no conlleva, además de un ahorro de tiempo, un ahorro de dinero. Las selección en la mesa de la librería puede ser por el autor, la tapa, el precio o referencias externas como una crítica o una recomendación. Los editores creen que las solapas son un elemento importante a la hora de concretar la compra. Pero elegir a un autor por el único pedazo de texto que no escribió no parece una decisión muy sensata.

Hay que leer al autor. ¿Pero qué parte? ¿el comienzo del libro? ¿los agradecimientos? ¿la dedicatoria? Nada de todo eso es indicativo de la calidad del texto. Está claro que tampoco vamos a leer el final. La mayoría abrirá una página al azar y se dejará llevar. Pero hay alguien que pensó seriamente en el asunto.

Marshall McLuhan propuso la regla de la página 69. Asegura que sea cual fuere el libro que elijamos, la lectura de la página 69 nos dará la pauta de si el libro vale o no la pena. ¿Por qué justo esa página? Jamás lo aclaró. Pero en la web hay varios blogs que postean páginas 69 de distintos libros para que los lectores las juzguen. El más conocido está enteramente dedicado al tema: The Page 69 Test, que ya puso la sexagésima novena página de casi 300 libros en inglés.

Pero todavía no podemos cantar victoria creyendo que tenemos la regla de oro. Ford Madox Ford tiene una teoría diferente de la de McLuhan: «Abra el libro en la página noventa y nueve y lea, y la calidad del todo le será revelada». Por supuesto, también existe un blog para los seguidores de esta teoría: The Page 99 Test, con poco más de 200 libros analizados.

¿69 0 99? Aquí se comparan ambas páginas en varios libros y se le da la razón a la regla de McLuhan.

Lo que no me gusta de estas dos reglas es que no tienen en cuenta la extensión del libro. La página 99 en un libro breve de ficción está cerca del desenlace, mientras que en un libro grande puede estar en el primer tercio. Y ni que hablar para un libro con 98 páginas.

Me animo no muy convencido a sugerir la regla de los dos quintos (2/5), más complicada, pero también más rigurosa. Es decir, se multiplica la cantidad total de páginas por 0,4 (o se la multiplica por 2 y se la divide por 5) y se abre en esa página. Así, para un libro de 300 páginas, leamos la 120 a ver qué pasa. Ya transcurrió un 40 por ciento…

Prueben las tres reglas y después me cuentan.

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Un día no peronista

«Un viejo dirigente peronista suele decir que el peronismo es el único partido que tiene estipulado el Día de la Lealtad porque el resto de los días del año los asigna a la traición.»

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Consejos para bulímicos culturales: tv

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«Demasiado para consumir en tan poco tiempo». Aunque el diagnóstico ya es un lugar común de nuestros días, pocos se ocupan del tratamiento de la bulimia cultural. ¿Cómo hacer para acceder a todo lo que nos gusta de la tele, los libros, la web, la música y el cine en el lapso que dura una vida?

Como un servicio de autoayuda para bulímicos culturales, propongo explorar soluciones a este acuciante mal de nuestros días. Hoy empiezo con la televisión.

La sobreoferta televisiva es anterior a la de la música o las lecturas, hijas de la accesibilidad y gratuidad que se consigue en la web. Mucha tele hay desde los últimos ochentas y los primeros noventas, con la consagración del cable. Así que es algo con más antecedentes académicos y periodísticos. Si se revisan esos primeros trabajos, la por entonces novedosa palabra zapping es recurrente.

Las nuevas generaciones nacieron con el control remoto incorporado, pero los que pasamos los 30 y pico teníamos que pararnos y caminar hasta el televisor para girar entre los 4 o 5 canales que había.

En agosto de 1993 Oscar Landi escribía en Clarín:

En un principio parecía que todo consistía en hacer zapping para no tener que ver los avisos entre los bloques de un programa, era una especie de actitud negativa basada en evitar algo. Con el tiempo se fueron descubriendo otros tipos de zappings cuyo denominador común no era evitar algo sino agregar sensaciones e imágenes.

El zapping entonces comienza a desprenderse de su función inicial, digamos defensiva, y se muestra como algo que produce cierto placer en sí mismo, como un ejercicio que es parte de la cultura audiovisual de una persona. El ejemplo más claro de este tipo de zapping es el de las personas que siguen al mismo tiempo varios programas.

La posibilidad de estar asistiendo simultáneamente a un noticioso, un partido de fútbol, un concierto y una telenovela, se funda comunicativamente en que la persona conoce ciertas reglas de estos espectáculos y géneros de programas y entonces puede entrar y salir de los mismos manteniendo razonablemente el hilo de los sucesos y relatos de cada uno de ellos. Esta práctica supone cierta formación en cuanto a las reglas de los distintos programas, pero es activada por un goce de difícil definición y que a veces hace imposible ver junto con ciertas personas la televisión, obliga a comprar otro televisor o incluso provoca divorcios.

Las actuales pantallas que permiten ver al mismo tiempo varios canales en su superficie serían el colmo del zapping, pero me animaría a decir que por el contrario producen una especie de antizapping pues desencantan esta actividad: le quitan su placer más propio, basado en el desplazamiento y el suspenso, su componente de falso apagar, la entrada y la salida de la pantalla a cargo del propio televidente.

Además de su función obvia, Landi destaca dos aspectos marginales del zapping: el placer, no solo de ver lo deseado, sino de dejar de ver; y la construcción de un camino propio desde el receptor del mensaje. O sea: selección y personalización, dos funciones activas que operan sobre el contenido.

¡Cuántas veces escuchamos o leímos la queja del que se bajó la discografía completa de un grupo o, peor, de varios grupos! Sin criterios de selección y personalización todo es igual a nada.

En otro artículo de Clarín, pero de octubre del ’91, Eliseo Verón aporta otras conductas paralelas al zapping para depurar contenidos televisivos.

Hoy sabemos que el término genérico de zapping recubre varios fenómenos diferentes. Los investigadores norteamericanos han identificado cuatro tipos de comportamiento. El zapping propiamente dicho, acto de cambiar de canal cuando llega la tanda publicitaria que corta un programa. El zipping, que consiste en acelerar el pasaje de un programa que el individuo ha grabado en videocassette, con el fin de saltar los spots publicitarios. El flipping, que cambia de programa durante una emisión, sin que ese cambio tenga ninguna relación con la tanda publicitaria. Y por último el grazing, que es una ida y vuelta permanentemente entre dos o más programas y que traduce la voluntad de seguir emisiones simultáneamente.

Salvo en ese artículo, nunca volví a escuchar hablar del zipping, flipping y grazing, pero propongo agregar una categoría más a la lista, llamémosla pipling (por «people-ing» y «peeping»), que alterna entre lo que se ve en tv y una conversación fuera del televisor, conducta cada vez más frecuente en las mesas de los bares.

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Cerraron dos sitios

Dos sitios web dejaron de existir: Jorgelanata.com y «Mi vida es un drama».

El sitio de Lanata no anunció su cierre, pero las secciones «Puterío» y «Hoja de Ruta» no se actualizan desde fin de año. Y anuncian un videochat para el 27 de noviembre de 2007.

Puede intuirse que esta falta de actualización se debe a su nuevo proyecto, Crítica, que también tiene una contraparte online. Pero entonces que se despida, lo cierre o ponga una gran foto suya en lugar de toda esa información vieja, imperdonable para el espacio personal de un periodista.

A diferencia de sus otros proyectos, Jorgelanata.com, su propio sitio, nunca fue bueno y no se lo va a extrañar.

En cambio «Mi vida es un drama» fue un blog como tantos otros, pero que era adictivo como pocos. Su autor, Luchio, decidió cerrarlo y desde hoy ya no puede accederse a sus posts, salvo usando el caché de Google.

Mientras esperamos que sus historias se conviertan en una sitcom, a modo de homenaje a una de sus secciones estables, enuncio mi propia «Declaración de principios»:

Entre Jorgelanata.com y «Mi vida es un drama», ya quedó claro a quién banco.
Entre Caparrós y Dorio, banco a Dorio.
Entre tener un auto y tomar taxis, a tomar taxis.
Entre viajar en auto y viajar en taxi, a viajar en auto.
Entre el café de McDonald’s y el de Burger King, al del McCafé.
Entre hacer y pensar, a pensar.
Entre un bloguer y un periodista, a un periodista con blog.
Entre postear cualquier cosa y no postear nada, a no postear nada.
Entre un nuevo rico menemista y un nuevo rico kirchnerista, a un nuevo rico menemista
Entre ser voyeur y ser exhibicionista, a ser voyeur.
Entre ir al teatro y quedarse en casa, a quedarse en casa.
Entre un excelente disco con mal sonido y el silencio, al silencio.
Entre Araceli González y Griselda Siciliani, a la Siciliani.
Entre que tu hijo te salga travesti y que te salga chorro, todavía no me decido.
Entre leer algo nuevo potencialmente pedorro y releer algo genial, a lo nuevo.
Entre Serrat-Sabina, Sabina-Páez y Spinetta-Páez, a Spinetta-Páez.
Entre chatear y mandarse emails, a mandarse emails.
Entre un artista bueno y un político eficiente, al artista.
Entre el horóscopo occidental y el chino, al occidental.
Entre el cierre definitivo de «Mi vida es un drama» y su regreso triunfal, al cierre definitivo.

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¿Horizontales o verticales?

«¿Lo mejor que me pasó con Mambrú? Salir en los crucigramas de Pronto: foto y epígrafe, ‘cantante, cinco letras’.» (Germán «Tripa» Tripel)

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El llanto como herramienta de evaluación política

«La vida política es muy dura para una mujer. Si no lloras, eres una hija de puta. Y si lloras eres débil.» (J. K. Rowling)