La relación de dependencia está en vías de extinción: el «empleado» con vacaciones, aguinaldo y extras por presentismo en poco tiempo dejará de existir. [..] Tenés que transformarte en una empresa, dejar de buscar un empleo convencional. La idea es dejar de ser un «buscador de empleo» para convertirte en un «oferente de soluciones».
La frase es de «Manual Chiche», el libro de Chiche Gelblung.
Un día de noviembre de 1994, en el café Tortoni, cerca de las once de la mañana, le dije a Chiche Gelblung que dejaba de trabajar para él. Desde entonces siempre generé mis propios proyectos.
Uno de esos proyectos es Periodismo.com, que hoy cumple 9 años. El balance que imponen los aniversarios siempre es tramposo: depende de las variables que se elijan, será positivo o negativo.
En el ranking del autocuestionamiento, los periodistas estamos en los primeros puestos de la lista. Los publicitarios seguro no viven todo el tiempo cuestionándose lo que hacen. Los periodistas sí. Uno quiere dejar el diario para escribir esa novela que viene postergando desde hace tanto tiempo. Otro se frustra porque soñaba con cambiar el mundo y ahora es jefe del área de prensa de una multinacional. El tercero tiene fama y dinero, pero se deprime cada vez que no aparece en las listas de los periodistas más creíbles. Y así.
Pero también son pocos los periodistas que deciden enfrentar a sus fantasmas. Siempre habrá un buen motivo para no hacerlo. Intuyo que Liniers dibujó esta tira para «La Nación» después de una visita a la redacción:
¿Seguir con el proyecto propio o volver a ser empleado? Esa es la pregunta que me hago cada vez que la frustración es más fuerte que la satisfacción o con el balance, como éste, que impone cada cumpleaños.
Por ahora siempre la respuesta fue seguir con mi proyecto. Los motivos más personales me los reservo. Los otros: uno es el dueño de sus aciertos, se dedica a lo que le gusta y no a las internas y el chismerío barato, es independiente en todos los sentidos y no tiene que cumplir un horario.
Pero las variables negativas también son poderosas: uno padece más sus errores, tiene que dedicarse a tareas no periodísticas, la independencia se paga caro y no tiene que cumplir un horario.
Entonces no puedo recomendarle a nadie que renuncie a su trabajo y genere un proyecto propio. A mí, por ahora, me gusta y me sirve (¿me conforma?). Pero no es para todos. Como lo muestra este fragmento del brillante «Historia íntima de la humanidad», de Theodore Zeldin, contracara del párrafo de Chiche:
[Entre los siglos XV y XVIII], la esclavitud era en Rusia una especie de casa de empeños para personas que no tenían otra cosa que vender que a sí mismos. Una tercera parte de los esclavos solía vivir en situación de fuga, pero habitualmente regresaban, exhaustos de libertad, incapaces de desprederse de su mentalidad de prisioneros [..] La vida al margen de la protección de alguien más poderoso que uno mismo era una aventura demasiado estremecedora [..] La solución a la esclavitud no fue su abolición, o, por lo menos, no fue una solución completa, pues se inventaron formas nuevas de esclavitud bajo otros nombres.[..] Y, hoy en día, quienes prefieren hacer lo que se les dice en vez de pensar por sí mismos y asumir sus responsabilidades -una tercera parte de los británicos dicen preferirlo así, según una encuesta- son los herederos espirituales de los esclavos voluntarios de Rusia. Es importante recordar que ser libre resulta fatigoso y hasta agotador. Y, en epocas de extenuación, el amor a la libertad ha declinado siempre.